No todo está perdido

No todo está perdido

Tenemos una clase política ciega para ver el drama del país y sorda para oír las necesidades y el clamor de todo un pueblo. Tan ciega que no ve que está destruyendo su propio futuro. No se da cuenta que nadie le cree, que nadie confía en ella. Esa ceguera ha llevado el país a un peligroso vacío político, donde ya no se distingue el que actúa bien del que actúa mal y no abre caminos de esperanza, porque tampoco se ve quién podría ocupar ese vacío. Existe el peligro de elegir por despacho, a cualquier demagogo de turno, que nos puede engañar por no tener proyectos, planes, ni equipos para llevarlos adelante. Los demás partidos tradicionales y emergentes pierden el tiempo inútilmente en luchas internas o persiguiendo el dinero de la JCE, la cual debería tener un comité de ética para controlar sus ambiciones.

Por suerte, no todo está perdido. Desde abajo se siente que puede ir surgiendo algo nuevo. Por eso gritamos a pulmón lleno: Dominicano no te rindas. Recuerda que nuestro pueblo está impulsado por anhelos de progreso, mejoramiento y bienestar. Recordemos el sueño de una isla prospera y feliz ubicada en algún lugar del Caribe, descrita por Tomás Moro en su libro Utopía. Recordemos que aún la suerte no está echada y que estamos frente a las fronteras del porvenir, oyendo, esperanzados, la melodía del futuro. Soñemos, con un país nuevo a través de un Proyecto de Nació sólido y preciso. Esperemos desde abajo un gesto, una acción patriótica por un futuro mejor y mantengamos el espíritu de lucha en alto. Dominicano no te rindas, persevera, insiste, exige, lucha y tu suerte cambiará.

La nueva patria vendrá después de mucho trabajo y sacrificio. Entre tropezones y en la oscuridad, tenemos que, revivirla, rehacerla, reconstruirla, reorganizarla, reestructurarla, hasta que desde las tinieblas reflorezcan la vida y la esperanza. Los que luchamos comprometidos con el futuro de la patria, no renunciaremos a ello, no negociaremos nuestras ideas ni nuestras conciencias. Debemos advertirles a nuestros políticos que el país terminará en desolación o en un baño de sangre, si no hay un cambio verdadero.

Nuestra esperanza se apoya en la gente sencilla y trabajadora, que vive con dignidad su pobreza, que no se ha ensuciado las manos, que no ha bajado los brazos y que construye la grandeza del futuro, educando a sus hijos para que sean responsables y honrados. También queremos mantener la esperanza en algunos dirigentes políticos, empresarios, sindicalistas, que esperamos y deseamos que abran sus ojos para ver la realidad, que abran sus oídos para escuchar al pueblo y entender que todavía tenemos una oportunidad, para hacer un verdadero aporte para la salvación del país y por el futuro de la Patria.

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