No todo está podrido

No todo está podrido

Muchas veces se exagera  cuando se tratan  temas referentes  a la descomposición social y moral del país; pero peor aún resulta,  que de manera reiterada  se quiere dar la impresión de que ese fenómeno solamente ocurre entre la gente de bajo nivel social o económico, y talvez   en determinados segmentos oficiales y políticos, y eso no solo confunde, sino que hace daño, por cuanto se crean percepciones distintas a las reales.

Ciertamente que la sociedad enfrenta  retos muy poderosos en esos aspectos, más peligrosos, puesto que dicho proceso está acompañado de la incapacidad de solucionar cuestiones primarias y fundamentales para la vida humana. Porque la corrupción, las drogas, el lavado, la delincuencia, la vagabundería en sentido general no discriminan. Ocurren en todos los segmentos, pero mientras  solo una parte de ella ha podido escalar al progreso, la mayoría libra una batalla diaria tratando de ganarle la guerra al desempleo, insalubridad, marginalidad y ausencia de casi todas las cosas de que disfruta esa minoría.

Cuando se dice que la sociedad está podrida, pretendiendo abarcarla por completo, se exagera en lo referente al volumen,  cantidad o  estadísticas, porque si usted analiza las cosas fríamente y sin pasión, comenzando por su entorno, barrio,  sector,  centros de trabajo, educativos o agrupaciones de cualquier índole, se dará cuenta de que no es verdad que todo el mundo está metido en el fardo de la delincuencia. Sobran dedos de una mano con los que se puedan señalar los que delinquen o han tomado  caminos equivocados en cualquiera de los sentidos, al margen de las normas de moralidad o de las conductas que cristianamente han sido formadas en su mayoría.

Sin embargo hay que  reconocer que existen  segmentos específicos o estratégicos de la sociedad, que por su naturaleza han sido penetrados hasta lo más profundo, pero no así el resto. Se trata de una minoría con capacidad de influenciar y hacer ruido.

Lo que resulta penoso es que durante mucho tiempo se ha querido vender la imagen de que los  delincuentes, corruptos, taimados, inmorales  solo existen en los  sectores sociales de abajo. De manera equivocada o maliciosamente se le ha querido revestir de un concepto social de marginalidad, cuando precisamente muchos promotores, defensores y padrinos actúan en la sombra y bajo el amparo de los privilegios que otorgan los poderes.

Y aunque la realidad se está encargando de demostrar lo contrario, todavía se pretende encubrir a quienes tienen mayor poder de incidir en esas actividades malignas.

Si un porcentaje de la sociedad está maleado, lamentablemente está distribuido entre todos los sectores y en cada uno de los grupos que la conforman, porque difícilmente se da de forma selectiva o privilegiada. 

En ese sentido, la corrupción se puede definir como equitativa y para ganarle la guerra, hay que combatirla en todas las esferas. Comenzando por las áreas de poder, donde existe  mayor responsabilidad y están los que mas beneficios han recibido. No todo está dañado, pero hay que andarle rápido. 

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