No vienen presidentes, pero envían invasiones

No vienen presidentes, pero envían invasiones

El pasado 29 de marzo, Bernardo Vega, ese excelente historiador y economista de fuste, publicó en su ya esperada columna de los martes en este diario su acostumbrado análisis y esa vez fue sobre los presidentes norteamericanos y sus visitas continentales. Ahí destacaba el empecinamiento presidencial norteamericano de ignorar al país en las visitas al hemisferio americano.
Vega señala las visitas presidenciales norteamericanas a América a raíz de la reciente visita del presidente Obama a Cuba, causando un impactante efecto. Eso obligó al líder cubano Fidel Castro a escribir un artículo, muy significativo de las decadentes condiciones mentales de ese líder universal en el ocaso de la existencia. Al país acuden los presidentes norteamericanos después que han salido de la Casa Blanca a pasar sus vacaciones. Esa presencia hay que darle las gracias a ese gran modisto dominicano ido a destiempo, Oscar de la Renta, que por sus cercanías con el poder imperial, lograba que ellos vinieran a vacacionar en el Este del país.
Y ahora, con las próximas elecciones norteamericanas del mes de noviembre, podemos contar con los candidatos favoritos, Hillary Clinton o Donald Trump, conocedores del país, ya que uno de ellos dos será el presidente que se juramentará en enero del 2017. Ambos han disfrutado de las playas y campos de golf de Casa de Campo, Punta Cana y de Cap Cana, cautivantes por las bellezas que exponen a los visitantes. Además por la hospitalidad de sus amigos dominicanos, lo cual obliga a los presidentes locales de turno a acudir a saludar y disfrutar de la compañía de tan ilustres visitantes.
Aventurar tesis de porqué los presidentes norteamericanos no visitan el país es arriesgado. La primera causa que explicaría ese desinterés de no visitar al país estalla ante los ojos. Fue por el largo período de la dictadura de Trujillo de 31 años, razón por la cual se ahuyentaron tales posibilidades. Tal tiranía desanimó al Departamento de Estado a no ponerle atención al país. Esto se confirma por el tipo de embajador que nos han acreditado en toda la historia como ha sido el último caso del embajador actual, ferviente luchador por la cultura homosexual.
Además, la intensa vida política, contaminada desde 1961 habida cuenta que el país la vive con mucho entusiasmo y participación de la ciudadanía. La misma arrastra y elabora las ambiciones más disímiles que se airean al mundo, espantando a los sectores conservadores del poder imperial. Ellos son los que trazan las agendas de los presidentes para sus desplazamientos por los países de la Tierra y de acuerdo a sus programas de control universal. Ahora más que nunca con amplios sectores dominicanos de los políticos que ponen como objetivo lograr un enriquecimiento derivado de un cargo público.
Haití tuvo el privilegio de recibir al presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt en 1934 cuando ese país todavía estaba ocupado por las tropas norteamericanas, que desde 1915 habían invadido esa parte de la isla. Y en el 1916 hicieron lo mismo en Dominicana, pero sin visita presidencial.
Con la reciente declaración del Departamento de Estado, donde rinde un informe sobre la corrupción administrativa, se sentenció al país como sosteniendo una corrupción endémica. Esto confirma la razón por la cual los presidentes norteamericanos ignoran que este país existe para los fines políticos y protocolares. Tan solo existimos para ellos después que dejan la presidencia o antes de asumirla. Les encanta venir a la isla a disfrutar del clima del ambiente hospitalario, de las playas, de los campos de golf y compartir con sus amistades locales con muchas de las cuales les une una sincera amistad.
Las invasiones norteamericanas del siglo XX al país fueron los sustitutos de la visitas de los presidentes al país. El Departamento de Estado envió a los soldados e instrumentos de muerte que cercenarían la vida de decenas de dominicanos que se oponían a las mismas. Esas ocasiones fueron en 1905, 1914, 1961 y 1965. El país ocupa un lugar privilegiado en el Caribe y es un punto estratégico para su defensa regional. Se protegía la defensa del flanco oriental norteamericano puesto que ya tenían el control de Puerto Rico y Cuba. Además se establecía una barrera para proteger el canal de Panamá inaugurado en 1914. Una visita presidencial norteamericana al país no es conveniente para evitar cualquier contaminación y santificación con la endémica corrupción administrativa dominicana.

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