No, yo digo no, tú di no, digamos no

No, yo digo no, tú di no, digamos no

JUAN BOLÍVAR DÍAZ
Me cuento entre quienes sugirieron que el Encuentro Ciudadano por los Valores Patrios, Contra la Corrupción y la Impunidad fuera celebrado en un local con capacidad para varios miles de personas. Carecía de valor que la Coalición por la Transparencia y la Institucionalidad que agrupa a más de un centenar de organizaciones e instituciones, muchas de ellas con miles de miembros, volviera a auspiciar una manifestación contra la corrupción con ocho o novecientos personas. Como el celebrado en el 2003, después de las quiebras bancarias que hundieron la economía nacional.

Es que los escándalos de corrupción han continuado en todas las modalidades y dimensiones y pareciera que la nación ha sido sumida en una espiral de descomposición que amenaza con arrasar hasta sus cimientos.

Y lo que es todavía más grave: la justicia se manifiesta cada vez más alejada de su misión, incapaz de sacar adelante innumerables procesos. Se ha denunciado que sólo en relación a las quiebras bancarias hay unas 32 decisiones judiciales pendientes, algunas de ellas con más de un año en manos de los jueces, incluidos los de la Suprema Corte de Justicia.

El manto de impunidad y de olvido en que han caído las fraudulentas quiebras bancarias que han costado a la nación más de 100 mil millones de pesos es más que suficiente para provocar indignación y levantar los espíritus de todos los ciudadanos y ciudadanas sensibles.

Por eso el encuentro contra la corrupción y la impunidad ha sido convocado para el sábado 26 de febrero a las 10 de la mañana en el Club San Carlos, donde caben más de 5 mil personas. Se trata de una convocatoria provocativa, llamada a demostrar si en este país no aparecen 5 mil personas para reclamar freno a la corrupción y cese de la impunidad.

La coalición justifica la convocatoria en tres párrafos:

«La corrupción se ha extendido en las instituciones públicas y privadas, dañando seriamente la economía e impidiendo el crecimiento y desarrollo nacional, fomentando la inequidad y la pobreza.

«Observamos con preocupación que el Poder Judicial y el Ministerio Público no hayan actuado con toda la profundidad y rapidez que se requiere para perseguir y castigar a los culpables de estos hechos.

«El daño causado en la economía nacional por el colapso acaecido en tres importantes bancos nacionales en el 2003-04, el irrespeto a la Ley en el manejo de la crisis y los actos de corrupción cometidos en los últimos 20 años han perjudicado directamente a los principales sectores nacionales, por lo que las autoridades estatales y judiciales deben asumir su responsabilidad en la prevención, persecución y castigo de los responsables de estos actos de corrupción».

Para que nadie alegue ignorancia, se están invirtiendo recursos y energías en la promoción del encuentro, que deberá marcar el inicio de nuevas expresiones de lucha contra la corrupción pública y privada y contra la cultura de impunidad e indiferencia que ha prevalecido en el país.

Hay que rebosar el Club San Carlos y prepararnos para llenar el Estadio Olímpico en una próxima convocatoria. Soy de los que creo que la mayoría de nuestro pueblo quiere realizarse bajo los principios de la honestidad y la transparencia. Lo que falta es que rompamos la inercia.

Cuando en Caracas se llamó a los «pendejos» a manifestarse contra la corrupción, aparecieron decenas de miles. Lo mismo ocurrió en Lima, tras las revelaciones de los vídeos de Vladimir Montesinos. Y aquella sociedad hizo su catarsis y el gran bribón, como muchos de los que recibieron el dinero sustraído al Estado, han sido procesados y condenados.

Lo que se pide a los dominicanos y dominicanas preocupados es que den un par de horas a la lucha contra la corrupción, que acompañen y fortalezcan los esfuerzos que vienen haciendo algunos cientos de personas por hacer sentir que no todo es indiferencia ni impotencia en esta sociedad.

El próximo sábado estamos desafiados a decir no con la energía con que lo proclamó el cantor catalán Raimon en los años sesenta, apelando a los recursos espirituales de la sociedad española, entonces oprimida: «No, yo digo no, tu di no, digamos no, nosotros no somos de ese mundo».

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