Nochebuena bivalente

Nochebuena bivalente

No hay modo de separar el carnaval de la cuaresma. Desde la Edad Media hasta ahora, todos los esfuerzos han sido inútiles. Algunas fiestas religiosas cristianas se han fundido con viejísimas celebraciones paganas. Pieter Brueghel el Viejo, el famoso pintor flamenco, produjo una obra al oleo en 1559 titulada: “El combate entre don Carnal y doña Cuaresma”. Algo semejante ocurre con la Nochebuena. Es una paradójica mezcla entre la comilona y la plegaria. La Nochebuena es una fiesta “de la abundancia”; se dice, graciosamente, que es el mayor desperdicio de “comestibles y bebestibles” que “perpetramos” en todo el año. Hace siglos que ocurre así.

Es imposible que la abundancia no sea agradecida por quienes la disfrutan. Demasiadas personas en el mundo no tendrán hoy una “buena cena”. Son muchísimos los escritos inspirados en los símbolos religiosos de la Navidad y por la escasez o abundancia en Nochebuena. Sólo contando desde Charles Dickens hasta Juan Bosch, sumaríamos centenares de historias conmovedoras. Tanto Dickens como Bosch fueron escritores sensibles a la pobreza, a la injusticia social. Pero miles de personas, que no son escritores, hacen regalos ese día movidos por el mismo espíritu de solidaridad que los empujó a ellos a escribir sus hermosos cuentos.
Nos atiborramos de comidas y bebidas, siguiendo el ejemplo de don Carnal o de nuestros vecinos y, luego, acudimos a la iglesia para participar en la “misa del gallo”. Era así en los tiempos de nuestros padres; ahora, la “inseguridad ciudadana” ha imposibilitado las misas del gallo, que equivalían a “la resurrección después de la borrachera”. Tal vez, ni siquiera el cura se anime a oficiar una misa “en horas pico” para delincuentes. Los hombres son animales ambiguos, substancialmente paradójicos.
Proclaman mentiras y verdades, según convenga “a la carne o al espíritu”, para decirlo con palabras del admirable San Jerónimo. Hoy seremos ricos hasta la indigestión. Peras, uvas y manzanas son frutas importadas que apreciamos los antillanos que no las producimos; comeremos turrones extranjeros, semillas extranjeras y bebidas extranjeras. El arrepentimiento será “local y autóctono”. Gracias a Dios, tanto las bebidas como las “grandes panzadas” inducen el sueño. Al despertar, descubriremos dolorosamente cuántos familiares y amigos fallecidos no pudieron disfrutar la Nochebuena.

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