Noches viejas

Noches viejas

Poco después de proclamada la restauración de la independencia, se intensificó en el país la costumbre de preparar cenas especiales con motivo del nacimiento de Jesús. Antes de ello no he hallado referencias a tales celebraciones. En cambio, tras la restauración aparecen anuncios periodísticos llamando a los consumidores a comprar mercancía apropiada a las festividades de la última semana del año. La señora Felicita Martínez de Cestero, comerciante de Santo Domingo, publicó en el periódico semanal “El Sol” del 3 de diciembre de 1868, que había recibido productos “para la buena noche (ó sea noche buena)”.

¿Qué trajo? “Nueces, pasas, almendras, aceitunas, manzanas, galleticas, jamones, licor Curazao, coñag (sic), fósforos, quesos, & & &”. Y como prueba de que todo lo ofrecido era fresco señalaba el anuncio que la mercancía acababa de llegar de Mayagüez, en la goleta española “María del Amparo”. No era, la señora Martínez de Cestero, la única en ofrecer este tipo de artículos. La pulpería “La Juventud”, cuyo establecimiento se hallaba en La Cruz de Regina, fue de sus competidores.

Un anuncio, publicado en el mismo periódico, que reproduje de la edición del 17 de los citados mes y año, llama a comprar “pasas frescas, nueces, avellanas, higos, almendras, frutas conservadas, arepitas de leche y de soda, queso, jamón, triquitraqui, & &”. Los triquitaqui o triquitaque, no eran comida, sino cohetes. La pulpería, en el anuncio, instaba a la compra de todo ello “para la noche buena”. También ofrecía licores variados para la ocasión.

En los mismos días, J. N. Montero promovía las cenas fuera de la casa. Su anuncio, en el mismo semanario, del 24 de diciembre, llama a cenar esa noche buena en los altos de su morada “contigua a la del ciudadano Andrés Aybar”. Conforme publicaba, las mesas estarían cubiertas de dulces exquisitos y licores, La cena, y estas monerías, estaban al alcance de los visitantes a cambio de una “moderada retribución”. Para incentivar a los potenciales clientes, el primer párrafo del anuncio señalaba que las cenas fuera de la casa eran costumbre de capitales de América y Europa.

Montero publicó otro anuncio, en la edición del primer día de 1869, en que ofrecía dulces exquisitos y de lujo para ese día y para la fiesta de Reyes. Esta vez no invitaba a los clientes a almorzar o cenar en su establecimiento, sino únicamente a comprar estos dulces. Propio de la publicidad de la época, Montero prometía satisfacer los deseos de la clientela con “equidad, aseo y actividad”.

El café de L. J. Betances estaba en esta competencia en 1879. No aludía a la noche buena, pero la relación de lo ofrecido, a una semana de la Navidad, no deja lugar a dudas del objetivo del anuncio. “Vinos de Oporto, Madeira, Jerez, vermouth, Málaga fino, champaña, Clicquot, licores superfinos, Brandy extra, dulces, ciruelas en cajitas elegantes, confites, sirop fino. Todo de la mejor clase. Vinos de $1.50 botella. El mejor aceite de olivas que se conoce a $1.20 el litro. Todas las noches, helados”- Su publicación la hacía en “El Eco de la Opinión” del 19 de diciembre.

¿Acaso no debemos colegir que, sin mencionar la noche buena, la Navidad y el año nuevo, daba noticias de su mercancía para quienes celebraban en la ocasión con ánimo festivo? Todos estos comerciantes y otros como ellos, dieron lugar a las celebraciones que realizamos siglo y medio después.

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