Noctambulario

Noctambulario

Lo único malo que encuentro de las discotecas es, justamente, cuando salimos de ellas y no soportamos el olor a humo de cigarrillos incrustado en la ropa. Hay ciertas consecuencias a las que nos exponemos: una de ellas es que en la casa todo el mundo se entere que estuvimos de bonche -y no estudiando hasta tarde en casa de un amigo, porque había que entregar un trabajo en la universidad al otro día-.

Otra es que esa ropita no puede volver a ser usada hasta después de haber pasado por la lavadora.

Y la peor, que a ti mismo (a) te molesta el “tufo” a algo que no has consumido. Ojo, los que esperaban que dijera que nos exponemos a enfermedades respiratorias o algo por el estilo, se quedaron donde estaban, que esta columna no es para hablar de dolencias o cosas parecidas.

Es entendible que quien está en una discoteca y es fumador habitual no va a estar saliendo siempre al frente a saciar su necesidad y tomando en cuenta que en esos lugares no hay áreas apartadas de fumadores (como en los cines o en los restaurantes) entonces todos los que estén allí estarán expuestos a ser “fumadores involuntarios”, les guste o no. Yo que alguna vez llegué a fumar  y que reconozco que el placer es tan individual como el de degustar un buen vino o una fría cerveza, me pongo en el lugar de los no fumadores y creo que estos deben pasarla muy mal en las discotecas, donde no reciben ningún tipo de consideración y se vuelven tan “culpables como los que despidieron la humareda”.