Olvídense de que la mejor hora para disfrutar de la playa es cuando hace sol. Que el bronceado es lo que acentúa nuestra estadía en aquel lugar. Nada de eso. Los mejores momentos playeros se dan en las noches -de luna llena o nueva, esa parte se la dejamos a los poetas-.
Con muchos de mis panas, que coincidimos en que no hay que tostarse para demostrar que estuvimos en la playa, preferimos siempre las horas nocturnas. El primer paso es decidir a cuál playa ir y ¿saben qué? Casi siempre gana la emblemática y muy criticada Boca Chica, pero que a esas horas es el paraíso en la tierra. A partir de ahí lo siguiente es conseguir una provisión considerable de bebidas para no estar comprando romo tan tarde.
Una vez allí, la tranquilidad es casi absoluta. Acompañados por algunos arretaos como nosotros o los nunca faltantes amantes que se escapan del ojo público, lo que nos toca es pasarla bien. Una música que no sea demasiado estridente, para no llamar la atención de los vigilantes -que de paso nos advierten que el lugar está custodiado y que hay que estar tranquilos-.
Ah, se me olvidaba. Cuando estamos en algún resort, a pesar de las restricciones que hay para visitar la playa después de las horas que han establecido para los baños, siempre es buena una escapadita, después de salir de la discoteca. La cuestión es que no hay nada como ver salir el sol a la orilla de la playa, tirados en la arena, o en algún cheilón y en una muy buena compañía. He dicho.