Cualquier bohemio, noctámbulo o agente libre que se precie de serlo, sabe que no hay nada mejor que comer a altas horas de la noche, o temprano en la madrugada.
¿Quién no se ha dado una tremenda jartura de sandwich, hamburguesa, locrio o fritura, luego de pasar una espléndida noche entre bebidas, baile y canto? Entonces, para qué preocuparnos por aquello de que, a esas horas no se puede consumir tal o cuál cantidad de calorías, si lo importante es calmar el hambre que nos atormenta y nos mata, luego de haber hecho una merecida ingesta de bebidas espirituosas (los créditos para Gina López).
En lo que a mí respecta y quienes me conocen pueden dar fe y testimonio de que no barajo pleito cuando de comer se trata, no reparo en grasa, harina, calorías o lo que sea, si lo importante es saciar esa pena que se alojó en mi estómago -post bemberria-.
Es por ello que no concibo, no me caben en la cabeza los remilgos de muchos (regularmente las mujeres, para ser honestos, éstas son las que más problemas dan a la hora de comer a deshoras) de no detenerse en el chimi de la esquina o en los emblemáticos Dumbo, Paco o Payán, que tantas almas han salvado en horas en que nuestras madres o esposas duermen y hay que comer, porque sino, la resaca será aún peor al día siguiente. Digo un No rotundo a quienes quieren someternos a rígidas dietas que nos impiden disfrutar, en totalidad, de las horas de ocio de nuestras vidas. He dicho.