FRANCIS MESA
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No soy muy bueno para dar consejos, pero si en este momento alguien me pide que le recomiende un lugar bonito, en el país, para pasarse un par de días de descanso y diversión, no dudaría dos veces en decirle que Las Terrenas, en Samaná es la mejor opción.

Al menos así lo viví el pasado fin de semana junto a mis amigos Ariadna, Carlos y Soldileny.

Cuánta diversión, pero sobre todo, cuanta belleza en un escenario natural. La Península de Samaná se puede apreciar con tal nitidez que a veces creíamos tocarla –y no era alucinación-. Durante el día visitamos sólo dos playas, pero fueron suficientes: Cobón, impresionante y Playa Bonita, el paraíso en la tierra. Así lo venden sus promotores y así lo confirmamos nosotros. En mi vida había visto algo parecido, tan cristalinas y apacibles, de verdad, un poema.

Y en el pueblo nos alojamos en el Hotel Coco Plaza, con las atenciones personalizadas de la inquieta y simpática Jossy (o Joseline, da igual). Este sitio tiene todas las características de un hotel de lujo, casi a la orilla del mar. Y en las noches, Las Terrenas se enciende. Sus restaurantes y discotecas son un hervidero de gente. Aunque nos pareció percibir que el asunto de las relaciones locales-turistas van más allá que la simple hospitalidad (saben a qué me refiero), en general, Las Terrenas es un lugar que debemos conocer.

Y no hay que preocuparse si las discos cierran. El bar del mismo hotel Coco Plaza recibe a los trasnochados que quieran ver el alba, sin preocuparse, tomándose una cerveza bien fría y hablando en confianza, donde ofrecen servicio 24 horas a todo el que quiera pasarla bien. He dicho.