Ésta ha sido mi filosofía desde siempre: Para lamentarnos están las desgracias, que nunca faltan. Por ello, creo que debemos aprovechar cada buen momento para hacer de la vida una celebración.
Esto lo digo precisamente porque, en estos días en que salimos de la resaca pascuense, y como es costumbre en un grupo de amigos periodistas (y otros que no lo son, pero que igual son bien recibidos en esa secta a la que hemos denominado El Magno Foro) cada año realizamos un intercambio de juguetes (sí, ya lo sé, que somos unos manganzones y que deberíamos respetarnos más).
Esta celebración pudo haberse visto afectada por la crisis, por muertes de parientes y por miedos de algunos porque en sus sectores la delincuencia va tomando mayor fuerza y la paranoia no los deja en paz. Pues no. Hemos decidido que nada va a empañar nuestras ganas de vernos, de reír, bailar y compartir, aunque sea una vez al año. Mañana es el Magno encuentro y sabemos, por anticipado, que las mandíbulas no descansarán: entre comidas, bebidas y risas.
Que nuestras ganas colectivas de ver la vida de otro color, sin necesidad de usar nada que nos dañe por dentro ni por fuera, son superiores a los males que sabemos rondan por doquier. Celebramos la vida porque sabemos que ésta es única. Que si contamos con el privilegio de tener buenos amigos y mejores familiares, lo más lógico y justo es que los sepamos aprovechar. Vamos a vivir, que mañana es otro día. Hasta la próxima.