Noel, Políticos y Pobreza

Noel, Políticos y Pobreza

FRANKLIN BÁEZ BRUGAL
Es casi un deporte nacional, el criticar a los gobiernos de turno por las cosas que hacen o dejan de hacer. Sabemos que las necesidades de la población son infinitas, y los recursos limitados, por lo que es imposible complacer a todo el mundo al mismo tiempo.

Esta situación, conocida de sobra por los administradores del Estado, se supone que debería obligarlos a todos a utilizar los dineros que los ciudadanos ponemos en sus manos, con justo criterio, honestidad y prudencia, lamentablemente, la experiencia vivida nos ha demostrado que en muy pocas ocasiones los recursos se manejan siguiendo estos lineamientos.

Cuando suceden eventos de la magnitud de la tormenta tropical Noel, que se abatió sobre nuestro país con fuerza terriblemente destructora, se hace más que evidente el mal uso dado a la enorme cantidad de dinero que ha pasado por las manos de casi todos los políticos que nos han gobernado, así como la ineficacia de las políticas públicas para resolver o paliar las desigualdades que se viven en la República Dominicana.

Los vientos y las aguas traídas por Noel, sirvieron para correr las cortinas que tratan sin éxito de ocultar lo inocultable, poniendo ante los ojos de todos, las carencias, miserias y necesidades sin término que sufren aquellos que no son tocados por la diosa fortuna, que para vergüenza de la Nación son la inmensa mayoría de los dominicanos

Cómo explicar que tras décadas de crecimiento económico, la situación de las clases marginadas siga siendo prácticamente la misma, y que la exclusión, la falta de oportunidades y las desigualdades crezcan en lugar de disminuir.

Cómo hablar de brecha digital en un país en donde existen abismos entre la calidad de la educación pública que brindamos y la que se debiera recibir, en donde el promedio de horas de clases impartidas no llega a tres por día, la deserción escolar es enorme, y los índices de rendimiento en educación básica y media se encuentran entre los más bajos de América Latina.

Todas estas necesidades adquieren la vigencia que siempre deberían tener, cuando son estrujadas en nuestra cara por tragedias como la que estamos atravesando.

Es en momento como estos en donde se pone en evidencia la grandeza o no de los hombres y mujeres, en los cuales, la entrega para servir a los demás debería ser la norma, y el desinterés y la ausencia de egoísmos la ruta a seguir. Ejemplos abundan en las zonas más golpeadas por el fenómeno atmosférico, en donde personas sin nada lo han dado todo, hasta la vida, por ayudar a los afectados.

Los  políticos, que no han cesado en sus actividades proselitistas pese a lo que se está viviendo en buena parte del país, deberían hacer un alto en el camino, y unos preservar las gallinas, pollos y papeletas para utilizarlos en favor de los damnificados. Otros, soltar el «truño» y provistos de su mejor sonrisa hacer más por los demás y pensar menos en sus aspiraciones personales. Los demás deberían dejar los besos y abrazos a niños huérfanos y personas tocadas por la tragedia, para momentos más adecuados, y encabezar una verdadera cruzada por la austeridad, el trabajo y la eficiencia en el sector público, y convertirse en un factor de unidad que galvanice a todos los sectores de la vida nacional, en una acción mancomunada de reconstrucción material y moral del país.

Pronto terminarán de bajar las aguas, se habilitarán de nuevo los accesos a las comunidades aisladas, se transitará otra vez por los caminos y carreteras afectados, se terminarán de repartir los últimos colchones, frazadas y raciones alimenticias, y parecerá que todo vuelve a la normalidad. Se olvidarán las urgencias para resolver los problemas, que quedarán como toda la vida, pendientes, como los que ocasionaron David, Federico, George, etc., pero con toda seguridad, continuarán los damnificados de siempre, los que vivían, viven y vivirán en las casuchas sin baños, sin letrinas y sin cocinas porque no tienen casi nada que poner en sus fogones.

Las cortinas de nuevo se cerrarán, y todo volverá a quedar oculto. No habrá remordimientos entre los que pueden vivir de manera diferente, pues sus conciencias están aparentemente tranquilas, porque donaron unos pesos en el tele maratón, regalaron unas cajas de laterías y unas cuantas fundas de ropa vieja, y además de eso, ninguno se siente culpable de la miseria que existe en su país.

Pero los problemas de la marginalidad y la pobreza continuarán iguales o peores que antes de Noel, hasta que una nueva tormenta, un huracán, o un cataclismo social nos lo vuelvan a recordar.

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