Noris González: ‘La conservación de textiles es mi gran pasión’

Noris González: ‘La conservación de textiles es mi gran pasión’

La tarde del viernes 25 de noviembre de 1960 Noris González se encontraba como de costumbre en el colegio Inmaculada Concepción de La Vega, cuando llegaron a buscarla para informarle que su madre, Patria Mirabal, había tenido un accidente.
Contaba con apenas 16 años, edad que le había permitido conocer el entorno en que se desenvolvía su progenitora y las cosas que le gustaban, al igual que a sus tías Minerva y María Teresa, principalmente los jardines, el bordado y la costura.
Por eso hoy su gran pasión es la conservación de textiles. Tiene más de diez años de experiencia en este oficio que, según dice, aprendió por la necesidad que existía de conservar la colección de las tres hermanas tras su asesinato por orden del régimen.
El cuidado con el que las “heroínas”, como también se les llaman, mantenían sus pertenencias y la gran cantidad de piezas bordadas a mano que coleccionaban, llevaron a la familia años después a planificar la idea de crear un museo en el que todos los que sintieran la necesidad de ver sus objetos pudieran hacerlo.
De ahí surgió la Casa Museo Hermanas Mirabal, ubicada en Ojo de Agua, que actualmente es el museo más visitado del país.
“No era sencillamente guardar la ropa de cualquier persona, era la de alguien que había dado su vida por la libertad de nuestro pueblo bajo una dictadura férrea que tenía ya treinta años y que estaba afectando a muchas familias”, asegura Noris, al rememorar la elegancia con la que vestían su madre y sus hermanas, lo que la inspiró para que hoy cuide sus piezas textiles con esmero, tal como ellas lo hacían. “Iban a bailes muy engalanadas, muy bellas, yo veía eso”, cuenta.
Noris González Mirabal es la única experta en el país en conservación de textiles, especialidad que aprendió tanto en Estados Unidos como en Guatemala y Europa.
Recientemente, la Casa Museo Hermanas Mirabal ganó el concurso de los Fondos del Embajador para la Preservación Cultural (AFCP, por sus siglas en inglés) que otorga el Centro de Patrimonio Histórico a través del Departamento de Estado de Estados Unidos, recursos que fueron destinados para la restauración de la colección Hermanas Mirabal, cuya obra estuvo a su cargo.
“Yo había aprendido desde que estaba en el colegio, y con mi mamá desde muy pequeña a coser, a bordar, y me gusta mucho, es una de mis pasiones, al igual que mami, las flores, el jardín, las manualidades”, dice.
El vacío que le dejó su madre. La tristeza que dejó la partida de su madre y sus tías en la familia no se compara con nada, dice Noris, al recordar que Patria era quien se encargaba de organizar todos los viajes a la cárcel cuando iban a ver a sus parientes presos.
Recuerda con exactitud aquel domingo anterior al 25 de noviembre de 1960 cuando por última vez su madre la fue a ver y le dijo muy alegre que le pediría permiso a su papá para ir a visitar a los muchachos (Leandro y Manolo), como ella les decía.
Pero, cual si fuera una premonición, Noris le dijo que tuviera cuidado en la carretera, porque era muy peligrosa. Patria le cambió la conversación y empezó a contarle de la belleza que adornaba el camino a Puerto Plata, como los árboles y las montañas.
“Le pedí al Niño Jesús que había en el colegio que las cuidara por ese camino tan peligroso”, dijo.
La conexión entre madre e hija no le falló. El asesinato de las tres hermanas camuflado en un accidente era un hecho.
La fueron a buscar al colegio para informarle de lo ocurrido, pero no de la magnitud, de la cual se dio cuenta cuando llegó a su casa y observó la multitud.
Guarda en su memoria la imagen de los tres féretros como si fuera el primer día.
“Mi hermano Nelson, que tenía 19 años, y yo recordamos vivamente toda la tragedia, pero lo más importante es que tenemos muchos recuerdos de mami y de mis tías”.
Su progenitora era la mayor de las hermanas y siempre se preocupaba en cuidarla cuando le pasaba cualquier cosa, por eso cuando se enteró del accidente lo primero que le llegó a la mente fue que sus dos tías estaban heridas y su hermana las estaba cuidando.
“Cuando llegué a la casa yo vi mucha gente, y ahí dije: ‘bueno, pero fue otra cosa’. Me di cuenta que había pasado algo muy grande cuando vi mucha gente. Le pedí fuerza a Dios para poder soportar esa tragedia, la falta que nos hacía a todas horas”, narra Noris con un dejo de tristeza casi 57 años después del hecho.

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