Normalmente anormal

Normalmente anormal

HAMLET HERMANN
Si el caos vigente en la sociedad dominicana en este último tercio de año es sinónimo de sabiduría y de modernidad, algún dios debía librarme de cordura. No obstante, que nadie piense que toda la responsabilidad por el caos reinante es del gobierno de Leonel Fernández. El sector privado y la oposición política son el motor de gran parte del origen del desorden. Pero como a quienes se les paga un sueldo y se les financian sus antojos y desvaríos con nuestros impuestos es a los funcionarios gubernamentales, a ellos debemos reclamarles con más fuerza.

¿Cómo explicar que los dos principales partidos políticos se pasen el tiempo echándose las culpas uno al otro sin que aporten soluciones? ¿Es que nos vamos a pasar el resto de nuestras respectivas vidas escuchándolos gritar el “entren to’ coño” o el “e’ pa’ fuera que van”? ¿Estarán esperando esos aprovechados políticos que algo peor pase para admitir que estamos en medio de una crisis de gobernabilidad manejada por dirigentes fallidos? Sentémonos por un rato a reflexionar qué está pasando en República Dominicana a ver si se nos aclara el entendimiento.

¿Cómo podrían explicarse tres “blackouts” de alcance nacional en apenas una semana sin que se haya dado una explicación creíble y confiable? Terminando el mes de agosto de 2005 el país se ha quedado sin energía eléctrica de manera absoluta en tres ocasiones y ninguna solución está a la vista. ¿Es que nadie en los organismos energéticos pudo prever este colapso repetido que todavía puede seguir ocurriendo?

¿Cómo podrían explicar el gobierno y los comercializadores de combustibles que la ley que fija el precio de éstos se haya venido violando para beneficio de los gobiernos desde que fue promulgada? Sólo ahora, cuando el huracán Katrina acabó “con la quinta y con los mangos” en el golfo de México es que el Secretario de Industria y Comercio dice que la ley nada tiene que ver con la realidad de la compra del combustible. Sorprendentemente, los precios son fijados con base en lo que se le ocurra publicar a una revista editada por las transnacionales petroleras de Estados Unidos. ¿Qué puede esperar de estos procedimientos el dominicano de ingresos medios que tiene que pagar los platos que los políticos rompen?

En la misma línea de análisis debemos preguntar: ¿de qué manera puede un funcionario de la Refinería Dominicana de Petróleo callar el hecho de que el gas licuado de petróleo se está vendiendo con apenas la mitad del butano que corresponde y permitir que el fraude siga viento en popa a toda vela? ¿Recibirá la ciudadanía una excusa por tanto engaño o simplemente tendrá que escuchar cuando se le echa la culpa al gobierno anterior? Mientras, seguiremos preguntando si es cuestión de negligencia o de complicidad.

¿Estarán esperando los políticos, gobernantes y opositores, que algo más grave que los cuatro crímenes de Piedra Blanca ocurran? ¿O estarán convencidos de que el valor personal para defender principios está en relación inversa con la posición en el partido o en el gobierno? ¿Qué tal si la balacera de Piedra Blanca tiene lugar en un restaurante de lujo en el malecón capitaleño y las víctimas resultan ser algunos poderosos empresarios y abogados de partes litigantes en causas que envuelven miles de millones de pesos? ¿Abrirían entonces los ojos?

¿Estarán esperando los políticos que vuelva una de las cíclicas y violentas pobladas como las que nos tocó sufrir en 1965 y en 1984? ¿O es que el análisis de Juan Bosch para casos de crisis social como la actual también se olvidó? Da la impresión de que los que supuestamente deben generar ideas en los partidos políticos creen que los problemas sociales se resuelven con anuncios pagados y con “jingles”en los medios de comunicación.

No obstante, la esperanza es lo último que se pierde. Cuando creíamos que los políticos, gobernantes y opositores, eran todos iguales, nos enteramos de la renuncia de Gustavo Montalvo de sus cargos en el gobierno, entre ellos el de Coordinador Técnico de la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción. El argumento para dejar de participar en el gobierno actual fue, el “desacuerdo con decisiones presidenciales que, a mi juicio, vulneran la institucionalidad y principios innegociables”. Y nos alegramos al ver que todavía queda gente en el gobierno que recuerda la honestidad de Juan Bosch Gaviño aunque, en sentido general, la dignidad esté allí en cuidados intensivos.

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