¿Nos atemorizan los haitianos?

¿Nos atemorizan los haitianos?

Una avalancha humana nos llega desde occidente en las oleadas indetenibles de haitianos que cruzan por doquier la inexistente frontera. Con pasmosa indiferencia se aceptan que crucen por nuestras calles y carreteras, asentándose muchas veces en lugares que previamente han sido abandonados por familias dominicanas. Estas ya han emigrado a otros pueblos.
Con el paso del tiempo, y el aumento poblacional y crecimiento de la pobreza en Haití, más complicado y peligroso se ha tornado el panorama domínico-haitiano. Este ya no se parece a aquellos años de 1800 y siguientes cuando el deporte favorito de los vecinos era invadir la parte oriental para arrasar las pobres poblaciones. Quemaban a su paso los humildes bohíos en donde no existían estructuras de piedra ni de mampostería. Fueron años de angustias hasta que en 1822 los haitianos se decidieron ocupar la parte española y establecer el pleno dominio de la isla hasta 1844. Esa vez impusieron sus costumbres, sus leyes, educación, sus creencias ante una escasa población dispersa por 50 mil kilómetros cuadrados.
Tan solo los núcleos urbanos del Cibao ofrecían ciertas características de urbanismo. Era la región donde se concentraba la riqueza agrícola con un amplio desarrollo de una activa población sojuzgada desde 1822 al poder haitiano que llevó a la humillación a una población criolla. Era una población, mestiza en su mayoría, que conservaba muy enraizadas las herencias y tradiciones españolas. Se llevó a la humillación de ver las costumbres españolas aplastadas por nuevas costumbres, leyes y ordenanzas que ya en Haití la jefatura negra había desplazado a la cultura francesa que le había dado origen. Los haitianos mantuvieron en sus acciones gubernativas el sistema francés junto con el tipo de gobierno que hasta reyes impusieron en una caricatura de la nobleza francesa.
En aquellos años de la ocupación haitiana se fue incubando la rebeldía entre los jóvenes, que aleccionados por el joven Juan Pablo Duarte, fue convenciendo a la sociedad criolla de sacudirse del yugo haitiano. Esto se logró en 1844 y el proceso de consolidación de la separación requirió de un período de 12 años de sufrir invasiones desde occidente hasta que finalmente el empobrecimiento de Haití obligó a sus gobernantes dejar quieto a los dominicanos.
Después de la Restauración de España en 1865 los dominicanos recibieron un aire de progreso pese a los intentos de buscar la anexión con los Estados Unidos. Poco a poco fueron estableciéndose las bases del progreso en especial en el Cibao y en la llanura Oriental se inició la explotación industrial de la caña de azúcar. Esas vastas llanuras fueron depositarias de un cultivo que todavía hoy produce beneficios a sus propietarios dominicanos y extranjeros.
Pese a la paz que se vivía con el vecino país y el notable desarrollo que alcanzaron los dominicanos después de 1930 bajo la dictadura de Trujillo que hasta tuvo la maldad de promover en 1937 una fiera matanza de haitianos en el Cibao. Pero ya el país tenía marcado su destino del despegue al desarrollo. Pero la tradición de eventos sangrientos, producidos desde 1804 por las invasiones haitianas con el arrase de las poblaciones, quemando y degollando a sus pobladores quedó muy grabado en la mente del dominicano y de sus descendientes. Todavía, a tantos años de esas tragedias, conservamos internamente una gran aprensión o temor hacia los haitianos que los vemos siempre como un potencial agresor. Hasta creemos que ellos tienen un plan a largo plazo para ocupar de nuevo toda la isla y convertirnos en sus súbditos pese al abismal desarrollo dominicano con ingresos per cápita superiores a los 8 mil dólares anuales frente al de los haitianos que no llegan a los mil dólares en un estado fallido.
Nuestra principal mano de obra en la construcción, turismo, agricultura, chiripeo es la haitiana. Y en la medida que aumentan las ofertas de trabajo más especializados o crecen las remesas que producen mayores ingresos los dominicanos se desplazan hacia los mismos o emigrando hacia otros países para realizar los trabajos que aquí rechazan pero se les paga a 15 dólares la hora.
Los temores dominicanos hacia los haitianos es algo que se lleva en los tuétanos. Es una leyenda oral que antes se transmitía en los hogares, parques y en reuniones de los jóvenes. Eran historias sazonadas por el morbo de creer que un país tan pobre, al que los derrotamos en unas 14 batallas entre 1844 y 1856, podría volver a ser una potencia como lo eran en 1804 recién liberada de Francia. Pero el morbo dominicano se alimenta de las angustias y temores que se arrastran después del terror que los ideólogos del trujillismo supieron introducir en las conciencias para convertir a los dominicanos en sumisos al régimen trujillista.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas