Las nubes están tristes y su color ha transformado el firmamento, llevándolo al extremo gris que obliga a una reflexión… Siempre que un gran ser humano se nos va, una lágrima se adueña de nuestro derredor… Los semblantes de Píndaro y Herminio se han visto afectados y sus sueños interrumpidos por el simple recuerdo de los momentos compartidos con una mujer que le quedó grande a su tiempo… Una mujer que vivió sin negociar sus principios, en medio de una era de terror… Un tiempo en que el tirano Trujillo tenía el país como su finca privada y en la que se vivía bajo el imperio del miedo… Es que ha partido a un mundo mejor doña Josefina Padilla, un ser que siempre supo mostrar y sustentar su clara convicción de valorar el orden y la paz.
Como en la realidad de un sueño muy especial, Píndaro y Herminio se han sentado a recordar la suerte que tuvieron de escuchar esa voz tan dulce y especial, pero firme y comprometida a enfrentar con fortaleza y comprensión los sacrificos que la vida le deparó… Todavía en su interior, Herminio recuerda con profundo respeto y cariño cuando ella le expresó que ‘la sonrisa da alegría y confianza’… Confesándose una mujer creyente, y mostrándose ante él con un interior lleno de profundas convicciones, le confesó: ‘Como creyente, yo creo que hay alguien que me ayuda y que me sostiene… Ahora, lo que hay es desconfianza… nos encontramos con mucha gente que solo piensa en ellos… pero, ¡la confianza es muy importante!’… “¿Y tú sabías que unos le llamaban ‘Fifa’, y otros ‘Fifina’? –cuestiona Píndaro, mientras Herminio no sale de su asombro ante los comentarios que externan aquellos que le conocieron, en especial, los miembros de la generación directamente descendente… “¡Lo que abuela nos dejó claro es que nunca debemos fomentar el rencor en nosotros!” –expresó con orgullo una de sus nietas, mientras Píndaro trae a colación parte de su conversación de hace unos años, cuando le confesó que “… Nos da mucho trabajo perdonar… Pero, cuando uno perdona, el que se siente mejor es el que perdona, no el perdonado… El peronado acepta pero, como que siente que ha tenido ese derecho… Pero, la persona que perdona es la que se alivia y se descarga de ese problema, y de ese dolor…”.
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Al escuchar a Píndaro, Herminio recuerda con cariño cómo una mujer de ese temple pudo soportar el que su esposo estaba encarcelado y era torturado por los esbirros de la época, y ella iba todos los días de visita a la Cárcel de la Victoria mientras, en los demás días, iba al Palacio de Justicia a esperar por la guagua de los presos, con el sólo fin de poder ver a su esposo regresar con vida… Bajo una fuerte lluvia que ahora les baña inclemente, Herminio hace un profundo silencio que, luego de un enriquecedor momento, Píndaro interrumpe al recordar como ella le confesó, mientras movía su mano derecha sobre la fina madera como borrando el tiempo ya pasado, que “el silencio es importante para la relación con el otro… El silencio supone que uno se calla y oye, o escucha, lo que el otro dice… Y, así uno puede entender lo que el otro piensa, o qué sabe… Y, le permite a uno tener una comunicación mejor…” –mientras agregaba-… La sinceridad es ser auténticos, y eso supone el que uno sea como uno es… No hablando y actuando diferente a como se piensa…”.
Píndaro se llena de fuerzas, y expresa su profunda convicción de que esa tristeza en que han estado envueltos él y Herminio debe ser convertida en aquella alegría que doña Josefina siempre vivió y proyectó, al profesar que su fortaleza la heredó del ejemplo familiar y los valores que de ella recibió… Su temple le ayudó a poder soportar situaciones más difíciles y dolorosas en su vida… Su coraje la empujó a convertirse en una luchadora contra los escollos de la vida… Le preocupó la idea de “Justicia”… Cualquier injusticia chocaba ante sus ojos… Fue extremadamente perfeccionista y apasionada… ¡Una mujer de fuertes principios cuyos deseos fueron, y siempre serán en su memoria, que sigan vivos en presentes y futuras generaciones!