Nos ganan por un paso

Nos ganan por un paso

ANTONIO GIL
Los colombianos dieron un paso delante de nosotros y comenzaron a vender sus bosques y crear nuevos para recoger parte de la basura de dióxido de carbono que lanzan a la atmósfera las chimeneas de las naciones ricas. Con mucho tino reclaman los beneficios a que tienen derecho por el Protocolo de Kyoto de las Naciones Unidas.

Esta forma de vender limpieza para la atmósfera podría producir más ingresos que todas las exportaciones de la República Dominicana y se aplicaría en tierras públicas y privadas ahora ociosas.

Este acuerdo mundial de 1997 para limpiar la atmósfera — que Rusia, que se resistía, ya dio pasos para ratificarlo — obliga a las naciones que más ensucian a que paguen a las que menos dañan y que pueden dedicar sus recursos naturales a limpiar el ambiente.

El mecanismo es muy simple. El consumo de combustibles fósiles arroja a la atmósfera enormes cantidades de gases que aceleran el calentamiento global. A esos gases se les considera responsables del desorden climático y calentamiento que se observan en todo el planeta. Los bosques son consumidores de gran parte de esa basura, la cual convierten en madera. De esta manera los bosques tercermundistas serían una especie de sumidero para esos desperdicios y una forma muy rentable para quienes siembre más árboles y críen más bosques. Estados Unidos se niega a aceptar esa responsabilidad, pero todo el resto del mundo rico lo ha ratificado.

En la pasada administración, el ex secretario de Medio Ambiente, Frank Moya Pons, insistió mucho en esto, pero pocos se sintieron suficientemente estimulados. En las últimas reuniones internacionales de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente, la República Dominicana jugó un papel fundamental para que otras naciones aceptaran el tratado de Kyoto, pero internamente hemos sido lentos en consumir esa oportunidad.

Colombia se nos adelantó. He visto en la prensa colombiana, que el ministro de Agricultura, Carlos Gustavo Cano, llevó a Tokio un plan para usar los bosques de esa nación como sumideros de dióxido de carbono y que las empresas japonesas contribuyan para esto.

El proyecto de Cano es presentar los bosques existentes y los que se crearían dentro del programa propuesto como un servicio medioambiental que quieren vender con la cooperación internacional.

El proyecto colombiano es mucho más amplio, porque con él se busca también sustituir el cultivo de la coca por madera.

La madera es hoy muy rentable. La demanda crece constantemente en el mundo y la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) prevé que, dadas las condiciones de desarrollo de la población mundial, así se mantendrá, cuando menos, durante todo este siglo. Los bosques, por tanto, como sumideros o como productores de madera, son un negocio rentable.

Por el convenio de Kyoto se pueden vender los servicios ambientales de los bosques permanentes, como los parques nacionales, y aún bosques temporales, que se cultivan para aprovechar la madera, pero que al crecer también consumen carbono.

Los japoneses, a través de su agencia de cooperación internacional, nos han ayudado en programas de preservación de parques nacionales, como es el caso del parque nacional José del Carmen Ramírez, el cual se proponen mutilar algunos sectores; lo mismo que la Unión Europea y específicamente España, Italia y Estados Unidos, a través de su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), en Los Haitises, parque nacional del Este, Jaragua, Baoruco, Armando Bermúdez y en casi todas las áreas protegidas de una u otra manera.

Por previsiones no nos quedamos. Lo que nos falta es diligencia local.

La cooperación exterior ya la hemos tenido y la disposición a cumplir el acuerdo de Kyoto la está forzando la naturaleza con el cañoneo de huracanes y tifones, y derritiendo el hielo de los polos y glaciares. Se podría decir que las condiciones externas están dadas, sólo falta nuestra voluntad,

¿Por qué la desidia en comenzar a actuar?

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