Nos libramos de esa vergüenza

Nos libramos de esa vergüenza

Luí pudo quedarse fuera de la escuela, si hubiera prosperado aquel afán para que los hijos de extranjeros ilegales quedaran excluidos de los servicios educativos. Luí es hijo de haitianos y cada día pasa a prestar sus servicios de limpiabotas por ciertos sectores de la Ciudad. Además asiste a una escuela pública.

El nacionalismo es un sentimiento loable, pero por sobre este prima una condición ética superior: el humanismo. Los extranjeros son primero humanos y luego legales o ilegales. La sola duda sobre restringir el acceso a la educación a una persona implica una actitud ideológicamente atrasada. La educación constituye un derecho inherente a la persona humana, negárselo a alguien es negarle una prerrogativa esencial, como esenciales son también el derecho a la salud y a la alimentación.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Art. 26, reconoce la educación como un derecho al mismo tiempo como una obligación. En noviembre de 1977 mediante resolución No. 3701 la República Dominicana ratificó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en el mismo nuestro país asume el compromiso de garantizar el ejercicio del derecho a la educación a toda persona sin discriminación de ninguna índole.

Esto de la reforma constitucional está tomando un camino insospechado y hasta peligroso. Se aprobó lo del aborto, luego surge la posibilidad de lo del jus sanguinis, ahora nos dieron un susto con la amenaza de excluir un sector social del derecho a la educación, lo que, de haberse acogido, además de habernos puesto de espaldas a los más respetados principios jurídicos, hubiese generado un vivero de delincuentes. Al aprobarse el Art. 52 con el texto actual sin la exclusión de ningún habitante de la Nación del derecho a ser educado, nos libramos de una gran vergüenza.

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