Estamos en el umbral de la Navidad. El encendido del cuarto cirio nos dice que hoy es el último domingo de adviento y que dentro de apenas de tres días conmemoramos el nacimiento de Jesús.

En estos últimos tiempos hemos estado sumergidos en las tinieblas. Sin embargo, avistamos la luz de la esperanza que llega y que está llamada a transformar nuestros corazones.

Es tiempo de dar y compartir. Tiempo para celebrar y tiempo para meditar.

Es hora de llenarnos del espíritu de la Navidad, con un alto sentido de solidaridad con aquellos que necesitan de nosotros.

El Niño Dios nos invita a la reflexión, pero también a la alegría, a dar gracias por todas las bonanzas y las pruebas que el año nos ha traído, porque todo tiene un propósito, pero lo importante es que nos llenemos de humildad para que podamos descubrirlo.

Confiemos, pidamos al Señor que nos ilumine para que podamos aportar nuestro granito de arena para la solución de los grandes problemas nacionales.

Alegrémonos y disfrutemos sanamente con austeridad. No nos dejemos llevar por el consumismo, porque nos esperan momentos difíciles.

Qué el espíritu de la Navidad se sienta en todos los ambientes: en los hogares, en el corazón de nuestros políticos, dirigentes y líderes. En el seno de la Iglesia, en los que sufren, en los marginados, en los niños y niñas desamparados y en todos los que viven en situaciones difíciles, similares a las que nació Jesús.

Vamos a abrir nuestros corazones a todos y a todas. Y encendida la luz de la esperanza que nos llega en el Dios Niño, nos llenamos de regocijo para desear una feliz Navidad.