Está circulando un video donde un hombre recela que muchos digan estar celebrando su cumpleaños, pero que a él no lo han siquiera invitado; que unos y otros se regalan y a él nadie le obsequia nada, ni lo toma en cuenta, ni lo menciona. Incomprensiblemente, un señor gordo vestido de rojo como payaso, riendo continuamente como quien ha ingerido algo extraño, agasajado por todos.
Este video es una caricatura de una caricatura, porque el papá Noel, san Nicolás o Claus de la leyenda, no era un gordo ser mítico del Polo Norte, sino un sacerdote de Dios que repartía juguetes a los niños pobres, pero que la mercadotecnia ha convertido en el centro de la navidad en muchos lugares del mundo. La tradición más antigua y auténtica se remonta a Isaías 9:6, que dice:
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Aunque Jesús no nació en diciembre, por decreto del emperador Constantino se colocó la celebración de su advenimiento en la fecha que se hacía culto al Sol en la tradición Romana. Pero los muchos testimonios de entonces y de ahora dan fe de que se trata del Hijo de Dios, que nos ha sido dado para nuestra salvación. Y es esa la verdadera y legítima razón y motivo de la fiesta y celebración. Progresivamente nos han ido robando esta grandiosa celebración, el cumpleaños de Jesucristo, cuya mayor significación es la de haber llegado a toda la humanidad el modelo de ser humano, varón y hembra, de lo que Pilatos, inadvertidamente declaró ante la multitud: “Ecce homo” (He aquí el Hombre; S. Juan 19:5). Porque se refería, sin saberlo, al modelo de hombre, de persona, de humano que Dios quiere que todos seamos.
Una réplica de Dios mismo en cada individuo sin perderse la originalidad e individualidad de cada cual. Dios nos muestra en Jesucristo la nueva identidad que desea para todos y cada uno: Amoroso, sabio, cauto, íntegro. Se trata del eslabón que faltaba entre el simio y el hombre, y que tenía confundido a sabios y a estudiosos de la evolución.
He aquí el modelo, cuya imitación nos hace las criaturas superiores aptas para una vida auténtica y muchísimo mejor, que nos acerca a Dios, nos concilia con nosotros mismos, y nos permite ser uno con él y con todos los demás seres humanos.
La Navidad, por tanto, es el nacimiento del hombre: del hombre nuevo, el que Dios se propuso para tenernos como amigos, hijos, socios y compañeros de su reino inmenso, glorioso e infinito. Esa es la fiesta de Jesús: Que usted se encuentre a sí mismo, en la justa y perfecta identidad, en el verdadero plan y propósito del Dios eterno. Que nadie le robe eso: Un hijo nos ha nacido; se trata de usted mism@, que puede ahora nacer de nuevo. Eso es lo que hay que celebrar.