Nos proponen la amnesia

Nos proponen la amnesia

Pocos meses atrás se publicó una obra que analiza las intromisiones de los gobiernos estadounidenses en los asuntos internos de los países latinoamericanos y del Caribe durante el período de la guerra fría. Se titula “U. S. Presidents and Latin American Interventions” y fue escrito por Michael Grow, profesor emérito de historia de la Universidad de Ohio, Estados Unidos.

El interés por su lectura ha crecido luego de la celebración de la 5ª Cumbre de las Américas. Allí, el presidente estadounidense Barack Obama planteó que no quería discutir el pasado, sino que prefería hablar sobre futuro con los gobernantes del continente. O lo que es lo mismo decir: ignoremos la historia y empecemos de cero, como si el “big bang” hubiera tenido lugar ayer.

Michael Grow considera que su libro es “una interpretación nueva de la raíz de las causas del intervencionismo de Estados Unidos en el hemisferio occidental durante la guerra fría”.  Con su obra el profesor busca desplazar la historiografía de las intromisiones políticas, diplomáticas y militares más allá de las viejas ortodoxias de justificarlas utilizando inventadas amenazas contra su seguridad nacional e inexistentes afectaciones contra sus intereses económicos en los países intervenidos.

Al examinar las consideraciones que llevaron a los presidentes estadounidenses y sus asesores a lanzar a la CIA, a los “marines” y la 82ª Aerotransportada contra supuestos enemigos en países vecinos, se hizo evidente que los factores de seguridad nacional y los intereses económicos no eran suficientes para explicar el intervencionismo. En su lugar, se hizo mucho más evidente que otros tres factores se combinaron consistentemente para ejercer influencia decisiva en las decisiones presidenciales Estos fueron: la credibilidad internacional, la política interna de Estados Unidos y las presiones de los sectores privilegiados latinoamericanos.

Los apuntes íntimos de las deliberaciones en la Casa Blanca antes de cada intromisión revelan, primero, que los principales dirigentes de las respectivas administraciones optaron por intervenir bajo la creencia de que la imagen internacional de Estados Unidos podría debilitarse si no tomaban una acción agresiva. Creían que el uso de la fuerza contra un régimen que no era del agrado estadounidense dentro de su área de influencia incrementaría el respeto por el poder imperial ante los ojos de la comunidad internacional.

Los records también revelan que cada intervención fue, en alguna medida, un intento consciente de un sector de la Casa Blanca para lograr ventajas en la política interna de cada Presidente tras la reelección.

La sugerencia de que las clases privilegiadas de América Latina y el Caribe jugaron roles vitales al instigar las intromisiones de Estados Unidos en sus respectivos países luce estar dentro de la lógica de cuánto puede el débil ejercer influencia sobre el poderoso. Hay abundantes evidencias de que en cada episodio de intromisión estadounidense, los miembros de las elites nativas transmitían a las embajadas estadounidenses escenas alarmistas, frecuentemente exageradas y distorsionadas, sobre amenazas a los intereses de Estados Unidos. Así conminaban a intervenir al tiempo que ofrecían sus servicios presentándose como alternativas viables a favor de la agresión estadounidense.

Seis de los nueve Presidentes que ocuparon la Casa Blanca durante la guerra fría llevaron a cabo, por lo menos, una intervención mayor contra algún país del hemisferio occidental considerado como enemigo durante sus respectivos períodos presidenciales. La obra de Michael Grow analiza los casos de Eisenhower contra Guatemala en 1954; Kennedy contra Cuba en 1961 y 1962, así como contra Guyana en 1963; Johnson contra República Dominicana en 1965; Nixon contra Chile entre 1970 y 1973; Reagan contra Nicaragua entre 1981 y 1989, así como contra Grenada en 1983; y Bush padre contra Panamá en 1989.

Con estos antecedentes tan cercanos, Obama sólo tiene un camino para ganar credibilidad y confianza en que el futuro de su gobierno será diferente al pasado reciente. Para esto tendría que desdecir las actitudes de aquellos gobernantes que lo precedieron y cometieron las barbaridades que Michael Grow recoge en su libro. Porque la política de Estados Unidos en relación con este continente todavía no ha cambiado en nada con la elección de Obama mientras el resto del hemisferio sí ha cambiado para aferrarse aún más a sus raíces históricas y romper con la dependencia.

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