Muchas veces nos lamentamos de nuestra suerte y culpamos al destino, al pasado o a otros de lo que nos sucede, olvidando que generalmente lo que vivimos es el producto de nuestros hechos.

Nuestros actos siempre tienen consecuencias y, aunque no las aquilatemos en el mismo momento, tarde o temprano se revelarán ante nosotros.

El mejor ejemplo lo estamos viendo con el clima: tanto hemos hablado de cuidar el planeta y tan poco lo hemos hecho que ahora tenemos inundaciones urbanas y rurales ante cualquier vaguada o, incluso, un aguacero de algunas horas.

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Las costas “bañadas” con toneladas de basura que se mezclan con el sargazo, el calor infernal, la erosión de los suelos y los problemas de acceso al agua potable son el resultado de nuestras propias acciones e inacciones: nada es casual.

Cada vez los efectos son peores. Apenas comenzó la temporada ciclónica y se estrenó con una vaguada que dejó un desastre en Azua, Barahona, Baoruco e Independencia. ¿Y si viene un ciclón?

Urge tomar en serio nuestra huella ecológica, reducir el consumo y tomar acción para cuidar la tierra. No olvidemos que nos vemos en el espejo de lo que hacemos y somos más vulnerables por ser isleños.