Nosotros y los agroquímicos

Nosotros y los agroquímicos

Este país confrontó  serias dificultades en los mercados de Estados Unidos y Europa porque muchas de nuestras exportaciones de productos agrícolas desbordaban los límites de tolerancia de agroquímicos.

Una de las causas de estos inconvenientes ha sido la tardanza de las autoridades locales en descontinuar  el uso de determinados compuestos químicos  prohibidos en los países de destino de nuestras exportaciones, por haberse comprobado que resultan nocivos para la salud.

El caso de la persistencia en el uso  de bromuro de metilo para fumigaciones en plantaciones y almacenes de productos del campo es una muestra de nuestra respuesta tardía  en materia de químicos peligrosos empleados en la agricultura.

El hecho de que se haya convenido un plazo que culmina en el 2009 para descontinuar plenamente el uso del bromuro de metilo y que hayamos decidido adelantarnos un año en la toma de esa decisión no nos redime de manejo inadecuado de agroquímicos.

Por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (DR-CAFTA), que contiene pautas específicas en materia fito-zoo sanitarias, entró en vigencia el día primero de marzo del presente año, pero nada menos que en mayo, dos meses después, las autoridades de Estados Unidos habían rechazado más de doscientos embarques de vegetales chinos procedentes de nuestro país, por su alto contenido de restos de agroquímicos.

No se trata, entonces, del caso exclusivo del bromuro de metilo, sino de que hemos manejado de manera inadecuada el asunto de los agroquímicos en sentido general.

Menos mal que el DR-CAFTA y el auge de la preferencia por los cultivos orgánicos nos están forzando a abandonar viejos patrones de conducta que han fomentado una preocupante falta de controles en materia de químicos para la agricultura.

La tendencia moderna es la de depender cada vez menos de sustancias probadamente dañinas para la salud o sospechosas de provocar daños.

Eso demandan los mercados y a ellos nos debemos.

Marcos Díaz

Este joven,  que a mucho orgullo resalta su condición de dominicano, nos tiene acostumbrado a las grandes hazañas en el ámbito siempre riesgoso de la natación.

Su vocación por quebrar marcas mundiales y establecer nuevas en esa disciplina lo llevó a arriesgarse en las aguas de los ríos East River y Hudson para nadar 90 kilómetros en 20 horas en torno a la isla de Manhattan.

Si aplauso merece esa iniciativa de nuestro joven nadador, también aplauso merece el respaldo que le ofreciera la comunicad dominicana radicada en los Estados Unidos que siguió muy de cerca cada brazada, cada exhalación.

Marcos, ya lo dijimos antes, nos tiene acostumbrados a las grandes hazañas.

Recordémoslo en el Estrecho de Gibraltar, en el Canal de la Mancha, en la travesía desde Boca Chica hasta Santo Domingo, en el Cruce de Toroneo.

En todas esas partes implantó sus propias marcas, desplazando las establecidas por otros.

Lo hemos visto actuar en pro de causas humanitarias, como ha sido el caso de sus dos vueltas a Manhattan, hazaña en que cultivó para sí un nuevo récord y para los niños enfermos de cáncer una ayuda invaluable. Ese es nuestro Marcos Díaz.

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