El ruido mayor de reclamos por el bienestar social con ofertas de soluciones al instante con tal de triunfar en urnas proviene de un exacerbado y sofocador proselitismo. Con partidos acostumbrados a comenzar las campañas electorales muy anticipadamente. Esta vez la impaciencia por apoltronarse en cargos públicos, o seguir en ellos, conlleva negaciones a respetar, con breve tregua, las tradiciones de estas fechas de diciembre y enero en las que muchos dominicanos tratan de echar a un lado las discordias (que caracterizan la política criolla) para regocijarse y evocar el comienzo de la cristiandad con adhesión a los mensajes de amor y paz que no suelen hallar eco en las luchas partidarias.
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El país necesita que las descalificaciones extremas en medio de un clima electoral turbado por dimes y diretes queden aparcadas para dar paso a la reflexión sin renunciar a la crítica objetiva para fijar rumbos constructivos sumando voluntades (ausentes de las agendas partidarias) y así propiciar un año 2024 de tranquilidad social y progreso. Las posibilidades de resolver grandes problemas nacionales se reducen si la apasionada unilateralidad de entes partidarios se atrinchera en discursos condenatorios y de acritud entre rivales; con ausencia de buena voluntad como si para que el país progrese fuera imprescindible que una mitad de la sociedad aplaste a la otra; ambas representadas por liderazgos empeñados en combatirse. No saben disentir sin tratar de anularse radicalmente en plena Navidad.