Los festejos navideños centrados en Nochebuena y Año Nuevo, han traído ya 15 muertos y un alarmante número de heridos, todos relacionados con accidentes de tránsito y comportamientos violentos de personas que en su mayoría estaban bajos los efectos de bebidas embriagantes. He ahí el alcohol, como sustancia que subleva espíritus de quienes se exceden. He ahí una ingesta que puede conducir a seres humanos a lo destructivo. La pobreza y la falta de educación se manifiestan continuamente como inherentes a riñas sangrientas en barrios marginados. El gobierno complace a muchos ciudadanos al suprimir para esta época los límites horarios para bebentinas. Las consecuencias negativas saltan a la vista con dolor y muerte.
El Estado dominicano tiene que fijarse metas contra el uso abusivo de bebidas espirituosas reclamando el respaldo para una campaña en ese sentido de las grandes empresas que producen y distribuyen tales líquidos. No basta con la advertencia, puesta en botellas y en la publicidad, de que el exceso de consumo puede hacer daño a la salud, lo que parece aludir más que nada a lo físico: hígados, riñones y aparato circulatorio. Un extendido segmento de adultos, jóvenes y hasta menores de edad debe ser motivado a controlar la bebida y debe persistirse para crear conciencia sobre la potencial capacidad que tiene el alcohol de causar problemas de conducta.
Imágenes de nuestro atraso
Los reporteros de prensa que están atentos al desenvolvimiento de los servicios de emergencia en los hospitales públicos han visto una vez más que algo crucial para la vida humana como es el traslado de heridos a los centros asistenciales, en República Dominicana, se lleva a cabo muchas veces con total desprecio a lo científico, a lo humano y a lo decente. Las víctimas de accidentes de tránsito y pleitos callejeros son trasladados como fardos de cosas en camas de camionetas y colas de motocicletas. Lógicamente, muchas personas mueren aquí más a causa del mal manejo de las emergencias que por las lesiones.
Estamos atrás, demasiado atrás. No existe un sistema nacional para la conducción segura y rápida de pacientes urgidos de asistencia. Los cíclicos operativos de protección a la ciudadanía son de muchos ruidos pero de muy escasa disponibilidad de ambulancias y paramédicos. La ciudadanía lo sabe y trata de salir a camino como pueda.