Notable falta de consecuencias

Notable falta de consecuencias

La tibieza y falta de fiscalizaciones y sanción, que no interesaban al poder, hacen ver al país como de fecundas fechorías.

La titulación periodística prodiga ahora una galería de curiosos nombres a embestidas antes ausentes contra actos deleznables pero aceptablemente documentados.

Corrupción de envergadura a partir de entramados de fábula para el enriquecimiento desde posiciones de mando. Mafias grandes y pequeñas de viejo origen que lograban riquezas con fraudes y múltiples defraudaciones.

Y en menor puntaje, pero con onerosa cuantía, delinquen riferos, colmaderos y traficantes de otras clandestinidades, como si fuera este su paraíso.

Las diabluras que timan y sablean crecieron por inoperancias judiciales y policiales y la inacción de liderazgos gubernamentales sobre un oxidado régimen de consecuencias. Muchas otras conductas de individuos muestran propensión al apoderamiento de lo ajeno y a la adulteración.

Desvalijan víctimas de accidentes de carreteras. Se da rienda suelta para trucos de evasiones al fisco y a la Seguridad Social.

Existen zonas para la libre falsificación de medicamentos y prolifera la adulteración de bebidas que matan.

Se sustraen sin contención, accesorios de autos, alambres y tarjas de metales y delincuentes motorizados pululan para tomar por asalto a transeúntes. Por los saqueos de cuello blanco, con adición de simples raterías, aquí abundan víctimas y victimarios.

Sin truenos no hay despertar

Las llamaradas de fuerte irrupción, dañinas e indeseadas para el bien de vidas y bienes, sirven al menos para despertar interés en niveles de decisiones sobre la preterida condición de la mayoría de los cuerpos de bomberos, municipales, pero que en modo alguno ajenos al Estado como un todo.

Encaja aquí la expresión popular sobre la tendencia humana a solo acordarse de Santa Bárbara cuando lo nefasto aflora y así lo da a saber algún fenómeno en anuncio de descargas eléctricas.

Los señores reservados para enfrentar a cualquier hora y lugar las contingencias que queman y destruyen, que tienen que dormir con un ojo abierto y otro cerrado para partir raudo hacia cada incandescencia, deberían estar, por regla inviolable, bien equipados, bien pagados y bien alojados para sus vigilias. Sus limitaciones salen caras.

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