LUIS R. SANTOS
En un país como el nuestro, realizar una buena labor al frente de una institución cultural es una tarea complicada. Las carencias materiales que nos afectan impiden que las autoridades, en algunos casos, no puedan asignar los recursos requeridos para la ejecución de proyectos y programas que tiendan a enriquecer el espíritu de la gente.
Sin embargo, hemos visto cómo la gestión que encabeza José Rafael Lantigua en la Secretaría de Cultura está cambiando drásticamente la situación.
Al iniciarse el actual mandato constitucional el país estaba en ruinas, y la cultura no podía ser la excepción. Quienes estaban al frente de esa dependencia no sabían lo que tenían entre manos, aparte de que en las más altas instancias no había interés en el tema, pues lo relevante era avasallar a los adversarios internos, y a todo el país, para imponer, a sangre y fuego, un monstruoso proyecto reeleccionista.
Con el estado anímico contrito recuerdo que días antes de las elecciones presidenciales de 2004 nos reunimos en un hotel de la capital y, entre muchos otros temas, en ese seminario se trató el caso de los Premios Nacionales. Prometimos que éstos serían aumentados y que las publicaciones se harían a tiempo y que se promoverían los textos en liceos y universidades. La realidad fue otra. En vez de aumentarlos, los redujimos, la brutal devaluación que le regalamos al país convirtió en cenizas los cincuenta mil pesos que se entregaban.
Hoy los Premios Nacionales han sido elevados a ciento cincuenta mil pesos, los libros se editan a tiempo, en ediciones dignas, y se realizan ingentes esfuerzos para que lleguen al mayor número de dominicanos.
Dentro de las muchas iniciativas destacables emprendidas por Cultura está el Corredor Cultural, que posibilita que nuestros intelectuales puedan exponer sus ideas, tanto en el país como en el exterior, en torno a la literatura, el arte, la política, en fin, hablar de todos esos tópicos importantes. Este proyecto rompe el aislamiento de nuestros artistas e intelectuales, les permite interactuar con diferentes públicos, y les da la oportunidad de enriquecer su acerbo.
En el caso del cine el trabajo no podía ser más alentador. La labor que realiza la Dirección de Cine, con Arturo Rodríguez a la cabeza, es sencillamente extraordinaria. Esa política de facilitarles el trabajo a productores y artistas está pariendo sus frutos, cada día son más los interesados en rodar en el país; sin embargo, el gran empuje al cine dominicano lo constituye el concurso de guiones que acaba de ser lanzado. El cine dominicano ha tenido muchos tropiezos por falta de buenos guiones, y este proyecto incentiva el trabajo a los guionistas, aparte de que también promueve nuestra literatura, y luego nos permitirá tener una producción cinematográfica de calidad, en la cual el Estado, asumiendo su responsabilidad, aportará una buena cantidad de recursos.
En la actualidad la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo ha recobrado su brillo, y son muchas otras las iniciativas felices que nos motivan a escribir. Y no podía ser de otra manera: quien encabeza el equipo en Cultura es uno de los principales promotores culturales que ha tenido el país; su labor de más de veinte años al frente del suplemento cultural Biblioteca así lo atestiguan, y su gran desempeño al frente de la Feria del Libro, y algo muy importante: está claro en lo que hay que hacer, más cuando se mira al pasado y no se encuentran las huellas de una gestión gris, casi negra, en la cual lo más importante eran los fuegos de artificios, en donde la espuma era más valorada que la propia leche.
Sin embargo, nos gustaría que Cultura emprendiera acciones conjuntas con los diarios escritos dominicanos para lograr espacios dedicados al tema del arte y la literatura. La debacle económica del 2003-2004 se llevó de encuentro a los pocos suplementos dedicados a estos fines, y leer un diario dominicano causa pavor por la pobreza cultural de sus páginas, por los pocos espacios dedicados a promover las nuevas publicaciones y dar cabida a los escasos trabajos de crítica.
De todas maneras, hay motivos para aplaudir y estar optimistas, y tenemos la certeza de que seguiremos avanzando, de que con el apoyo de todos, y obviando las críticas interesadas y malsanas de los fracasados, tendremos una cultura más vigorosa y, por tanto, un mejor país.