Para conocer el origen de la enemistad entre Israel y Palestina hay que ir a cuatro mil años atrás, a los tiempos del patriarca Abraham y estudiar sin pasiones el libro génesis en el Antiguo Testamento. Ahí hay datos suficientes que arrojan luces sobre el conflicto entre esos dos pueblos que por miles de años han compartido un mismo territorio y que cada cual considera que le pertenece; Israel por sus vínculos históricos y espiritual y los árabes por haberlo ocupado durante siglos.

No quiero abundar haciendo muchas citas bíblicas por razones de espacio, pero hay que resaltar que en ese conflicto juegan un papel protagónico los dos hijos de Abraham, Ismael el hijo de Agar la sirvienta egipcia, e Isaac el hijo de Sara su esposa. Dice la Biblia que el pacta de Dios fue con Isaac y su descendencia, que es la simiente del pueblo hebreo.

Israel es un país pacífico y trabajador, es una sociedad de tradición moral, admirada y respetada. Sus vecinos no tienen esos atributos. Los israelitas han ido retomando a su tierra desde la diáspora para hacer una gran nación, pero históricamente ha tenido que defender su población del asedio de los árabes. En ese conflicto ancestral Israel siempre ha buscado la vía diplomática en su afán por conseguir una paz duradera en la región, en cambio los árabes siempre han preferido el camino beligerante y el incumplimiento de los acuerdos.

En el año 1947 la Organización de las Naciones Unidas, en la búsqueda de una solución definitiva al conflicto, recomendó el establecimiento de dos estados en la región al oeste del Río Jordan, uno judío y otro árabe; Israel aceptó la propuesta, los árabes la rechazaron. El año siguiente por una resolución de la ONU, fue establecido el Estado de Israel. Horas más tarde su territorio fue invadido por seis países árabes, demostrando una vez más que no le interesaba la paz en la región.

Cuando no se poseen sistemas de vida altruistas basados en “no hagas al prójimo lo que no quiere que te hagan a ti” ningún tratado de paz tendrá éxito. Dice un viejo refrán “nadie da 10 que no tiene”.

Desde hace más de diez años Hamas y otros grupos de fanáticos conceptualizados al margen de la ley han venido disparando miles de cohetes y morteros a territorio de Israel y llevando a cabo actos de terrorismo y hostigamiento, matando a decenas de civiles, y lo hacen desde mezquitas y zonas densamente pobladas, lo que es irracional, debido a que Israel es quien le suple los servicios básicos a la Franja de Gaza.

Gaza es la única parte del mundo gobernada por una organización terrorista, según datos de la Unión Europea y los Estados Unidos. Hay que destacar que una victoria israelí en el área no puede conquistar la paz, pero una derrota de Israel significaría una catástrofe.

Ese conflicto, que tuvo su origen hace miles de años y que todavía persiste, es una lucha entre elegidos y exc1uidos, entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, pero sobre todo, es una lucha entre la luz y la oscuridad.