Francisco Álvarez Castellanos
La noticia de que nuestro país tendrá que alimentar a nueve millones de haitianos, me puso la carne de gallina.
O sea, que además de los más de ocho millones de dominicanos, tendremos que producir comida para otros ocho millones más de personas, lo que es una noticia espeluznante para todo aquel que con conocimiento de causa investigue el problema. La República Dominicana no produce lo suficiente, en términos generales, para alimentar a su gente, lo que se puede comprobar con los altos precios que están alcanzando los elementos esenciales que consumimos diariamente.
Hace un tiempo escribí un artículo titulado Haití, país inviable, en el que señalaba las razones que lo inspiraron.
Prácticamente, nuestros vecinos no tienen las tierras necesarias para producir lo que necesitan. Además, la deforestación irrazonable de sus bosques ha hecho más precaria la situación.
Haití, sencillamente, no produce ni la mitad de los alimentos que necesita su gente. Y prácticamente no tiene otro lugar hacia dónde ir que nuestro país. En la calle Enriquillo hay un parquecito donde cualquiera puede ver todos los días numerosos haitianos vagando.
Y, que conste, nuestra industria de la construcción absorbe centenares de trabajadores haitianos la inmensa mayoría indocumentada.
La frontera es solamente una línea trazada en el mapa, pero enormemente descuidada, a pesar de tener varios miles de hombres en un ejército que, como tal, es un gasto antes que una necesidad.
Pero variemos el asunto, y coloquemos a todo lo largo de la frontera cuarteles bien protegidos y mejor atendidos, que impidan el paso de ilegales por la misma. Pero vayamos más lejos. Inspeccionemos todas las obras en construcción que existen en el país, Y hagamos un recuento de la cantidad de haitianos que en ellas trabajan. Pero la culpa, básicamente, no es de nuestros vecinos, sino de nosotros, los dominicanos. Para muchos, pegar blocks, empañetar paredes, techar casas, no es un trabajo para ellos.