Notre-Dame de París,
Quasimodo, el amor

Notre-Dame de París, <BR>Quasimodo, el amor

En nuestro reciente a viaje a la ciudad luz, una vez más hicimos la travesía por el Sena en la noche, en una elegante barca donde volvimos a apreciar a París iluminado desde el río.

No les niego a mis amables lectores que ha sido uno de los viajes más sibarita y epicúreo que he hecho a París. Otra gratificación intelectual, fue al alejarnos lentamente de la Torre Eiffel, espigado emblema acerado de París, navegando aguas arriba y luego de pasar  el  Ministerio de Relaciones Exteriores, al Louvre, reencontramos la catedral de Notre-Dame, una belleza nocturna, sus contra-fuertes, sus gárgolas, sus diablos, sus torres sin agujas aún perteneciendo al periodo gótico, están contenidas en un cuadrado perfecto. Me remonté a mi niñez, pues  temprano la había conocido. Hoy las travesías pueden hacerse a todo lujo, en elegantes barcazas, acompañadas de exquisitos manjares, de vinos madurados y del mejor champagne.

La nostalgia me transportó muy lejos, a mi tercer curso de la primaria, de eso hace ya “unos años”, en la oportunidad, siendo alumno de la  muy distinguida profesora Doña Enedina Puello Renville, logré el premio anual del curso por conducta y aplicación, nos ganamos un libro en versión infantil de la autoría del prolijo escritor francés, Víctor Hugo, “Nuestra  Señora de París”, obra que se conserva en la biblioteca de mi padre. Desde entonces conocemos las misantrópicas acciones del Archidiácono Claude Frollo, los sufrimientos del  deforme y jorobado Quasimodo, cuidador del campanario de la catedral, y la admiración y el amor de ambos por la bella y desdichada gitana Esmeralda. Esta novela  del siglo XV es una de las máximas expresiones  del romanticismo francés.

El deforme cuidador del campanario de la catedral, al parecer padecía de una enfermedad neurológica, conocida como Esclerosis Tuberosa, produce tumores no cancerosos en distintos órganos del cuerpo, lo asumimos por su sordera, la deformación de uno de sus ojos y la descripción de su intelecto,  pues al parecer no era muy brillante, pero sí con un corazón muy bondadoso.

La catedral la crea una época, un pensamiento colectivo, un clima espiritual. No es consecuencia de ninguna teoría primordial, ni tampoco de conceptos abstractos.  Sabemos que lo que caracteriza el estilo de construcción gótico es la riqueza en detalles de sus edificaciones. La catedral, piedra sobre piedra se convierte en una joya donde hasta la escala desaparece como si quisiese ocultar la pretensión de monumentalidad. Es un tratado de teología, arte, literatura, política y audacia. Cada cosa ha sido meditada y estudiada; miles de hombres trabajaron en ella con sus manos y cerebros, y el resultado para cualquier persona sensible, no deja dudas de su grandiosidad.

Quasimodo, el  más famoso jorobado de París, se desenvuelve en lo alto de la catedral, donde abundan las gárgolas y las estatuas de demonios en distintas formas, ya que los artistas de la época lo trabajaron con libertad de creatividad. El desarrollo de la novela es la historia  de un amor imposible, de una ternura incontenible, de esos amores que sólo nos pasan una vez en la vida, de esas  tórridas pasiones que desconectan el cerebro pensante y dejan actuar en orfandad al corazón. Él murió junto a ella, diciéndole “te amo” hasta  la muerte. Como Pungo ama a Teodora. ¡Qué amor!

Publicaciones Relacionadas