Cuando alguien planea visitar una cueva, es lógico que piense en que lo único   que podrá disfrutar es de un majestuoso hueco, que hace cientos de años fue habitado por los pobladores de esa época. Bueno, podría estar en lo cierto, pero  no es el caso de la Cueva de las Maravillas.

Este impresionante lugar, además de contar con las características comunes de una cueva, fue debidamente habilitado para el disfrute de toda la familia.

“Uno de los principales logros de esta habilitación es que incluyeron la posibilidad de que la cueva fuera visitada por personas discapacitadas”, asegura Domingo Abreu, arqueólogo dominicano, quien nos sirvió de guía en esta aventura.

Además de contar con pasillos  diseñados para el buen desplazamiento de los visitantes, se aprovechó un hueco natural de la cueva para instalar un ascensor, que fue donado por el gobierno de Japón.

Nuevas atracciones.  Aunque el mayor atractivo del lugar es la cueva per sé, por su belleza escénica y la importancia cultural manifiesta en sus muestras de  arte rupestre, la administración de la misma brinda otras atracciones.

“También contamos con un centro ecuestre, que sirve como complemento para quienes nos visitan diariamente”, manifestó Wilda Mercedes Sosa, administradora.

 A los adultos se les ofrece un recorrido de una hora en el bosque seco en torno a la cueva, mientras que para los niños se creó un óvalo especial, para un recorrido de 15 a 20 minutos.

Esencia aborigen.  Se puede disfrutar  de la denominada “Galería de las Pictografías”, con la cual es posible conocer algunas de las costumbres de los aborígenes.

Dentro de la cueva existen tres tipos de expresiones rupestres: la pintura, los petroglifos (grabados en las piedras) y los modelados  en arcilla, pero también  puede observar   formaciones secundarias como cactus, siluetas e imágenes de personas, las cuales son descubiertas por los visitantes. 

En general, el recorrido  se hace en aproximadamente  45 minutos.