Novedades y esperanzas al regreso

Novedades y esperanzas al regreso

A mitad de camino entre el aeropuerto y mi casa recibí la noticia: la Suprema Corte de Justicia legisla ahora a través de resoluciones, de la misma forma en que en nuestros presidentes de la República han pretendido hacerlo a través de decretos. Por vía de disposiciones generales y reglamentarias ha modificado códigos e implementado medidas de muy dudosa eficacia. Y el Procurador General de la República le sigue gustoso el juego, dificultando la prisión de quienes delinquen. Inspiré todo el aire que pude. Se ha terminado la maravilla de las vacaciones por Europa y ╡frica. Estoy de regreso en mi país.

¿Y las reacciones? Pregunté al amigo querido que con tanta amabilidad me conducía, luego de haberme ayudado a levantar las maletas cargadas de abrigos. Elogiosas, como supondrás, sin embargo Finjus y Participación Ciudadana no le están ganando la corona a los editorialistas, la competencia entre lisonjeros está bien reñida; aunque, por supuesto, siempre hay unos cuantos sensatos que han advertido la violación a la institucionalidad que tales resoluciones implican; pero la prensa escrita apenas los reseña, más fácil es encontrarlos en la televisión analizando el insólito olvido de los derechos de las víctimas. E hizo un silencio pensativo.

Por lo menos eso, le dije, todavía quedan medios donde expresar las opiniones distintas. No creas, me respondió. Desde el director de Finjus, que catalogó de «mentalidades atrasadas» a quienes no se han rendido encantados con las inconstitucionales medidas, hasta el propio Presidente de la Suprema, que pronunció un discurso casi fuera de sí donde insultaba prácticamente a los disidentes, los prohijadores de este nuevo estado de impunidad han estado bastante intolerantes, respondiendo a los «insignificantes detractores» hasta con agravios, y gran parte de los medios está a sus órdenes.

No me extraña, le confesé, muchos de ellos reciben un salario para eso, para chacharear sobre institucionalidad, justicia, democracia y tolerancia, pero no necesariamente para practicarla. Al final resulta todo mera retórica dirigida a la expansión de sus áreas de poder. Por eso su credibilidad está bastante descalabrada. Y su affaire con la prensa me extraña menos. Antes de irme se celebró un «seminario» donde comunicadores y jueces se convirtieron en comensales de las mismas mesas. Algo así como una renovación de los votos matrimoniales que tienen ya varios años empeñados. Pero no han podido convencer a la mayoría, la última encuesta sólo revela un 11% de la población con fe en la justicia. Terminé mis reflexiones con una pregunta: ¿y has podido notar alguna consecuencia o aún no se ponen en práctica las nuevas «leyes judiciales»?

Mira, Leila, la gente advierte que en realidad lo que hay en el trasfondo es el deseo de beneficiar el sector bancario con tales providencias, evitar que los «jureles» caigan presos. Sin embargo, las disposiciones se pusieron en práctica de inmediato a otros niveles, provocando que el mismo día se vivieran momentos de impotencia en algunos destacamentos. Sé por lo menos de uno donde tres mujeres, atemorizadas por la violencia con que eran tratadas por sus maridos, se preguntaban con desesperación qué hacer ante la inercia de la policía, decretada por la Suprema. Por demás, ya son varios los casos de justicia por propia mano, desde una familia que asesinó al hombre de la casa, hasta un par de linchamientos de asaltantes y ladrones a balazos o puñaladas a manos de multitudes, pasando, incluso, por una rebelión de choferes ante la autoridad de oficiales de Amet que terminó en tragedia. Como si la gente pensara que jamás habrá justicia.

Habiendo terminado de contarme esto, su vehículo se estacionó frente a mi casa. Yo pensaba celebrar mi llegada con un poquito de sobrasada y coca de patatas luego de disfrutar de un sorbito del licor de palo Túnel o de hierbas dulces, todo mallorquín, que se escabulleron dentro de mi maleta junto al delicioso, y bellísimo, mazapán siciliano, enfundada en mi nueva y exótica bata tunecina azul. Pero en casa habían guardado, a solicitud mía, toda una montaña hecha con primeras partes de los periódicos de las últimas semanas.

Tal visión, junto a las noticias que acababa de escuchar, hizo repensar la idea de celebrar. Guardé en la nevera mis golosinas e hice una cita con mi amigo para después de mi tarea de actualización en la cuestión nacional. Y aunque me asegura que no voy a encontrar mucha novedad, hoy veré semanas de prensa escrita con ánimos distintos de aquellos con que me fui, esperando, con el espíritu descansado, descubrir algo positivo para brindar de inmediato con una de las exquisitas miniaturas que me regalé. Cruzo los dedos para no tener que verlas añejarse.

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