Novelas dominicanas recientes: Los gestos inútiles, de Rey Andújar

Novelas dominicanas recientes:  Los gestos inútiles, de Rey Andújar

Rey Andújar ya se ha ganado un lugar muy notable en la narrativa más reciente del Caribe insular hispano. Su novela recién publicada “Los gestos inútiles”, ganadora del Premio Latinoamericano de Novela Alba Narrativa (Cuba, 2015), salió de imprenta a finales de este mismo año. Se trata de un texto configurado y entretejido al interior del espacio ultraurbano de Santo Domingo y, en menor grado, de San Juan de Puerto Rico. La novela rompe fronteras geográficas y se trenza a manera de segmentos narrativos, resortes y retrospecciones in mediarex. El texto narrativo pacta su base de sentidos y focalización en torno a la muerte de Daniel Bertrán quien aparece muerto cerca del Faro a Colón en Santo Domingo.
¿Suicido o asesinato? He aquí la urdimbre que mueve la narración. Le corresponderá al policía Rojo Agramante encontrar y armar las piezas sueltas para dejar esclarecido si fue muerte voluntaria u homicidio. Todo parece indicar que a Bertrán — trasterrado en New York por persecución política en el pasado– pero ahora ligado el poder– lo liquidan desde adentro del Estado, ya que supo de la trama de unos colombianos que mataron en las cercanías de las Dunas de Baní, presuntamente vinculados a un esquema de alta corrupción sutilmente conectada con el narcotráfico.
Novedosa y transgresora en su estructura y técnicas escriturales (sintagmas y oraciones precisas y bien puntadas), la muerte de Bertrán se presenta como pretexto para traer a varias personas a la capital dominicana. Algunos vienen desde Puerto Rico (Lubrini) y a su hijo (Jonás Marthan) que viaja desde España para recibir por parte de las autoridades forenses y policíacas el cadáver de su padre. Involucra, además, toda una galería de personajes de diversos orígenes tales como Gideon Ilsset (Alemán) y al chino Sang Yang, etc., quienes gravitan en una capital dominicana en puro fervor de la época navideña. Se suman a este pasadizo de actantes otra ristra de personas marginales e intermedias en el escalafón social.
Sobresale en la novela el manejo que tiene el narrador de una lengua híbrida domínico-puertorriqueña, cruzada con el inglés, que se ha venido conformando en las últimas décadas de manera natural y que en voz del escritor no pide permiso para cruzar contornos citadinos. Sus registros expresivos destilan con una franqueza y naturalidad pasmosa. Esta plasmación expresiva de lenguas vivas y en contacto que transportan algunos de sus personajes que habitan en “Los gestos inútiles” conforman un escenario interisleño e intercontinental de mundos y culturas a manera de puentes portátiles.
Si el fondo es investigar y aclarar la muerte de Bertrán se impone entonces un texto de acento y modulación policiaca. De entonaciones hiperrealistas por momentos, las maniobras descriptivas de la novela desembocan en coartadas y gestos para poner a prueba la posibilidad de recontar y actualizar las muchas transformaciones que ha experimentado la ciudad de Santo Domingo explorando aquellos ángulos modernos y postmodernos que han dado pie a una nueva cartografía humana, física, arquitectónica, política e ideológica que deja muy atrás lo que fueron sus contornos más paradigmáticos varias décadas atrás.
Confluyen entonces en el texto narrativo fotografía y radiografía de los nuevos rostros de los apabullantes crecimientos del país en el tejido de las metamorfosis histórico-sociales recientes. Esa intención exige al narrador recurrir al registro de acontecimientos nuevos acaecidos en el país a partir de las confrontaciones civiles e ideológicas desde 1965 hasta la actualidad.
Pero no por ello podemos calificar este texto desde los parámetros y preceptivas de la novela neohistórica, tal y como la conciben tratadistas del género como María Cristina Pons y Seymour Menton, entre otros. Todavía no hay distancia suficiente para ello. Ahora, por los referentes vinculantes dirigidos hacia figuras ya históricas tales como Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Salvador Jorge Blanco y algunos personajes presentados como sombras y presencias del PLD, podríamos pensar lo contrario. Digo esto porque la proximidad de acontecimientos del devenir dominicano se hace cercana y lejana a la vez. Con este rodeo flotante como fondo, el narrador seduce al lector a entrar a todo un arcoiris social y político en movimiento donde el pasado contiguo se filtra en el presente no necesariamente para aleccionar. El texto, más que revelar directamente, como lo haría el realismo sucio o crudo, lo que hace más bien es insinuar.
Este discurrir citadino, recuperado de la memoria activa y/o pasiva de algunos personajes (retrospecciones y sincronizaciones en tiempo real) continuo tiene como escenario cronotópico la época navideña que se erige como otro pretexto para el discurrir del texto narrativo factual. Rituales, gestos mínimos al fondo del clima de la estación isleña son escrutados por el narrador de esta historia que se constituye a manera de segmentos curvados que se van alternando desde el pasado al tiempo presente. Ello desde un espacio donde predomina la enunciación elíptica. Se trata de toda una gesta de los riesgos que conlleva narrar desde la óptica y técnica del fraccionamiento sintáctico tejidos con frases y oraciones cortas contundentes y efectivas. La lectura de esta novela demanda de un lector partícipe que calibre las linealidades e ilaciones implícitas.
Trozos y retazos conforman así una galería de personajes salpicados por la intriga, el cinismo y la corrupción de una clase media empoderada políticamente afanada en ascender (los que no han ascendido) y establecerse en el escalafón social como grupo hegemónico. La corrupción, de esa manera, se insinúa como espectro a través de un lenguaje que por momentos también bordea en cinismos que se generan y habitan en los bares, los apartamentos y las casas de la clase media baja, los cuarteles policiacos, apartamentos lujosos, “yipetas” y carros a los que antaño solo tenían acceso los poderosos de abolengo.
Dispositivo retador, pero bien hilados por el narrador es hacer crónica de los perímetros de los centros urbanos, resort, calles, avenidas, barriadas y lugares reservados para turistas donde se posan los estereotipos nativos diseñados y mercadeados en países emisores del turismo, que desde allá se lanza a estas islas a buscar y a consumir aventuras de bailoteos y sexualidades espontáneas compradas. Es el caso de Marthan y su mucama Luzmar. Detenerse en estas pequeñas instancias constituye una de las orientaciones de sentidos orgánicos internos más patentes del texto en cuestión.
Suma: entre muchas otras aristas reveladoras de este texto de Rey Andújar que no pueden ser atendidas en una restringida reseña periodística, digamos que estamos ante una novela ensamblada sobre un Santo Domingo en transformación y ebullición incesantes. Una República Dominicana de fronteras tangibles e intangibles, apertura y complejamente diversa. Otra suma: Rey Andújar ha escrito una novela de la “cosa caribe” como el mismo escritor la ha nominado. En lo inmediato, la suerte de esta novela debería ser de mayor circulación en Puerto Rico y República Dominicana. Hasta ahora solo se ha divulgado en los circuitos literarios de Cuba y en algunos países latinoamericanos con una tirada de 3,000 ejemplares como parte del Premio Alba de Narrativa latinoamericana. Con esta nueva novela la estrategia de escritura de Rey Andújar opera un nuevo impulso técnico-narrativo en relación a sus textos novelísticos anteriores.

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