Novelones para el autobombo

Novelones para el autobombo

ÁNGELA PEÑA
Es el acontecimiento del pasado reciente del que más se ha escrito, el más analizado y discutido, el que cada año congrega a sus protagonistas en foros, seminarios y tertulias, del que se revelan siempre nuevas confidencias, informes, reportes. Sin embargo, cada abril, tras cada testimonio hay una duda, surgen desmentidos, se cuestionan heroísmos, impugnan posiciones, objetan rangos, contradicen supuestos actos y gestos de valor.

Algunos se quejan de que los calumnian. Otros de que los ignoran. Las réplicas tratando de refutar alegados inventos y denegar fantasías, son abundantes.

La documentación en archivos nacionales sobre la Revolución de 1965, calificada como el suceso más trascendental del pasado reciente, no es tan copiosa. La que es profusa y pródiga es la que se ha publicado después de transcurrida la guerra. Los principales diarios de entonces debieron suspender sus tiradas a los pocos días de iniciada la rebelión, y aunque después circularon Patria y La Hoja, voceros de los constitucionalistas y del Gobierno de Reconstrucción, respectivamente, no son, parece, fuentes suficientes para conocer a plenitud los hechos.

Por eso todos tienen una historia inédita que contar, una vivencia pendiente de ofrecer a la posteridad, unas memorias que aguardan papel y tinta, una acusación de impacto para dar a la luz o un flamante comandante aún en el anonimato, a la espera de ser presentado, ansiando ser reconocido.

Es sorprendente como tantos actores de abril eran dueños de arsenales, jefes de batallones, principales cabezas de guarniciones, líderes de arrastre, soldados del valor y del patriotismo con olfato y puntería increíbles para dar al blanco con el enemigo y así, la revolución, en vez de guerra, parecer haber sido una legendaria película en la que todos fueron personajes principales.

De toda la excesiva bibliografía de la posguerra ¿a cuál libro darle crédito si se desconfía hasta de las obras que son prácticamente reproducciones de documentos oficiales? Alguna acreditada institución debería reunir un equipo serio de investigadores históricos con actores de la revuelta mesurados, libres de sospecha de figureo inmerecido, objetivos, desapasionados, y crear un texto confiable sobre los acontecimientos de esa lucha del pueblo.

Porque en este aniversario ha surgido hasta la presunción de que se quieren borrar registros fundamentales de ese hecho, por la supuesta desaparición de ciertos documentos que los avalan.

Aún están vivos y lúcidos cantidad de soldados, contrarrevolucionarios, interventores, reporteros, comandantes, constitucionalistas, deudos de víctimas de la revolución de 1965, presidentes y funcionarios de los gobiernos provisionales surgidos durante la contienda, revolucionarios de entonces que además de su sed de justicia y su destreza en el manejo de las armas son historiadores reputados. Pero muchos se conforman con murmurar a los presuntos embaucadores y farsantes, prometiendo hacer públicas verdades que no se han dicho, inexactitudes que no se han aclarado. Es hora de que los más autorizados e incuestionables se alineen contra los considerados charlatanes e impostores, porque el tiempo es implacable y la demencia senil está al acecho. Si las evidencias no salen a flote, seguirán prevaleciendo las alegadas versiones falsas de los que son acusados de haber hecho de abril un novelón para el autobombo.

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