Nubes de tormenta en el horizonte fronterizo

Nubes de tormenta en el horizonte fronterizo

Migración sin freno. Los migrantes haitianos se han consolidado en el transcurso de los años como factor laboral que llena vacíos en la marcha de la economía dominicana pese a los conflictos socio-culturales entre ambas naciones.

Informe especial
Haití y RD unidos por lazos económicos

El asesinato del presidente Jovenel Moise se prestaría, a partir de la manipulación de indicios y coincidencias, para echar leña al fuego de las disparidades entre haitianos y dominicanos, aunque cabrían pocas dudas de que se trató de una acción de raíces conspirativas dentro del propio país que él gobernaba. Las conexiones más visibles y verosímiles son con Colombia y la Florida.

Como comunidades nacionales, que tienen a su disposición ineludibles vasos comunicantes territoriales apartados de orgullos nacionalistas, los habitantes situados a ambos lados de una de las fronteras más porosas del mundo vienen estando forzados a una coexistencia que les genera resultados desiguales. De déficits y beneficios.

Que el primer mandatario de la parte occidental de la isla fuera ultimado alevosamente se está prestando a tergiversaciones que estorban preocupantemente la búsqueda de la verdad que convendría hallar para reducir tensiones y evitar un eventual deterioro de relaciones binacionales.

Además, un vecino damnificado por un creciente fracaso económico, social y político estropea para República Dominicana un importante comprador de sus productos.

A más: ha estado en marcha una intensificación de las presiones que desde el otro lado de los límites territoriales dispara hacia acá una emigración que tiende a sobrepasar la capacidad de asimilarla sin distorsiones para las relaciones de producción y el mercado laboral. Un añadido crecimiento demográfico diferenciado que mantiene abiertos los espacios para roces de culturas, tradiciones y resquemores por antecedentes históricos. El anti-haitianismo no suele dar tregua.

La información de que una parte de los supuestos autores del crimen llegó hasta Haití usando como puente a la República Dominicana, y otra, con más capacidad de entorpecer relaciones por dar crédito a la versión de que fue planificado en un hotel a este lado de la frontera, llevan al país a ser mencionado en el contexto de un horrendo hecho de sangre de trascendencia política y de Estado aunque nada, sólidamente, lo vincule a entes, intereses o sectores locales.

«No más haitianos», se suele decir desde la ortodoxia nacionalista, aspiración extrema inalcanzable que de solo insistirse en ella preludiaría un conflicto de intereses internos tan grave como el que ha sido habitual entre ambos estados, vista la inmanejable dependencia de la mano de obra haitiana.

Sin ella, descenderían agudamente a nivel nacional las actividades de construcción y las principales recolecciones agrícolas, más el extendido corte de la caña. Sectores de producción expuestos a extrema escasez de brazos, y cuyos empleadores están convertidos en los mejores amigos de la permanente inmigración, con o sin papeles.

Los dominicanos modernos se han alejando, progresivamente, de algunas formas de ganarse la vida. Como emigrantes, sería más fácil verlos en Australia como operarios de equipos avanzados que se activan con palancas y botones para levantar edificios y súper carreteras o cargando empaques de regular tamaño de pescados frescos extraídos de las frías aguas de Alaska.

También se les podría ver constituidos en «bartender» o en aventajados aprendices de chef de restaurantes en Ginebra, Suiza. La presencia criolla que hoy falta en las rudas y mal pagadas tareas urbanas y rurales, contrasta con el dominio casi total que sobre la propiedad de miles de bodegas neoyorquinas ejercen los que llegan a la ciudad que nunca duerme con el gentilicio extra de quisqueyanos y una firme decisión de ser sus propios patronos.

Las fincas beisboleras o academias de formación para moverse en dirección a jugosos contratos de Grandes Ligas, que nacieron y se reprodujeron a la velocidad del rayo en esta porción oriental de la isla Hispaniola, crean unas expectativas en gran parte de la juventud dominicana que se suman a otras aspiraciones de progreso distanciadas de las faenas para las que solo aparecen los haitianos más dispuestos a valerse de la fuerza bruta, los que apenas encuentran competencia de origen local en las degradadas y proliferantes ventas de esquina que asedian a los automovilistas y hasta en una parte del malhadado «motoconcho».

Lo que cuenta para RD. Además de los haitianos haberse consolidado en el transcurso de los años como factor laboral favorable a la marcha de la economía dominicana, y pese a los conflictos socio-culturales y fronterizos, un estudio de la Asociación Dominicana de Exportadores reconoce a Haití como el segundo destino principal tanto en volumen como en monto de las exportaciones nacionales y «único» con el que la República Dominicana mantiene una balanza comercial de superávits.

Un antiguo presidente de la asociación considera que desde el punto de vista comercial Haití es «el principal socio del país», por encima de los Estados Unidos si no se computa a las zonas francas que corresponden a un régimen especial que utiliza mucha materia prima de procedencia exterior, en la que se queda el grueso de las utilidades.

Las exportaciones hacia Haití han crecido en promedio a una tasa anual de 20% y hoy los dominicanos venden a los haitianos diez veces más que lo que reciben desde el otro lado de los ríos fronterizos en el que se generan algunos artículos que aquí no son necesarios.

Los problemas y la historia. El Observatorio de Control Interamericano de los Derechos de los y las Migrantes (OCIM) considera que el tráfico y la trata de personas son algunos de los principales problemas vigentes y latentes, en la frontera dominico-haitiana. Sin embargo, para las autoridades dominicanas, el ingreso subrepticio (y a veces con complicidades de ovejas negras de organismos de control) de drogas, armas de fuego y productos agrícolas no autorizados que distorsionan el mercado local, ha sido difícil de frenar y estaría entre los principales motivos para pretender un costoso y secreto enverjado fronterizo de cuya efectividad se duda mucho.
Para Matías Bosch, profesor e investigador de las ciencias sociales, Haití y República Dominicana no han logrado una relación de fraternidad porque «el odio» es un negocio en las interacciones y proximidades de sus territorios, bajo el peso de hegemonías oligárquicas, de una democracia trunca y de un fervor antihaitiano.
Desde el estudio de la historia de los dos pueblos se ha llegado a afirmar que entre haitianos y dominicanos existen unos lazos no bien entendidos, de «larga y resistente solidaridad» y que a pesar de que la independencia de 1844 fue creadora de una República Dominicana hecha en guerra contra el poder haitiano «eso no limitó ni antes ni después, un vínculo profundo».
En los antecedentes de la discordancia domínico-haitiana está el hecho de que ambos países llegaron a poseer situaciones económicas equiparables a mediado del siglo pasado. Desde entonces República Dominicana avanzó en desarrollo y medios de producir riquezas, mientras Haití se desaceleraba como resultado de factores como las luchas de poder, rápido crecimiento demográfico, degradación ambiental y embargos comerciales. Hoy Haití es el país más pobre del hemisferio.

Los dominicanos modernos se han alejado, debe decirse, progresivamente, de algunas formas de ganarse la vida

Un estudio coloca a los migrantes nacidos en Haití, como los extranjeros que más remesas destinan a su lugar de origen 47.5%

Lo que cuenta sobre Haití.
En su propio país, estragado por parálisis asociadas a disturbios políticos y criminalidad, los obreros haitianos suelen ser remunerados, en promedio, con el equivalente mensual a 336 pesos dominicanos. En cambio, integrarse al mercado laboral dominicano les garantiza como mínimo 6,800 pesos; pero como la dinámica de construcción llega a periódicas rachas en este medio, la escasez de operarios juega a favor del precio que hay que pagarles por sus servicios en el marco de la oferta y la demanda. Para muchos haitianos. a los que su curiosa versatilidad para los idiomas da fácil acceso a empleos en el sector turístico, sus labores son allí mejor pagadas y el renacer de hoteles les resulta promisorio.
Un estudio del Ministerio de Economía suscrito por María Fernández González coloca a los migrantes nacidos en Haití como los extranjeros integrados a la economía dominicana que más remesas destinan a su lugar de origen (47.5%). En cuanto a frecuencia de remisión de monedas duras hacia su patria, el 28.2% de los nacidos en Haití lo hace de manera regular mes por mes. Alrededor de un 30% adquiere, con el producto de su sudor, dólares del mercado cambiario para enviar ayuda a sus familias cada tres meses.
En la región del Este, lejana y próspera en algunos aspectos, el intenso levantamiento de instalaciones hoteleras hizo surgir núcleos poblacionales exclusivos de haitianos de la albañilería y casi una abrupta y comercialmente importante ciudad completa.
Por esas tierras de promisión cercanas a playas dominicanas, han ido quedándose a vivir. Su plural presencia ha dado lugar allí a uno de los orígenes más importantes del envío de divisas hacia el exterior. Singularmente, universidades dominicanas, incluyendo la prestigiosa y pontificia Madre y Maestra, han acrecentado desde sus aulas la formación de profesionales haitianos que en su mayoría pasan a ejercer en su país de origen.

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