Nubes en el horizonte económico

Nubes en el horizonte económico

Los economistas se han pasado buena parte de los últimos tres años, desde que la principal economía mundial resurgió de la recesión, profetizando que se aproxima el momento de la verdad. Este año, el argumento con frecuencia era si sería el punto decisivo en el cual se revelaría de una vez por todas si la recuperación económica global estaba de nuevo en un camino firme y sostenible, o si los desbalances -particularmente el patrón del déficit en la cuenta corriente y los excedentes- la volverían a meter en problemas. 

Para los optimistas, la recuperación estuvo contenida solamente por una serie de sacudidas únicas: en 2002, los escándalos de gobernabilidad corporativa en EEUU, y el año pasado, la incertidumbre sobre la guerra con Irak. Y precisamente cuando parecía que este año se resolvería la discusión decisivamente a favor de los optimistas, la economía cayó en el “bache suave” del segundo trimestre.

Como señalaran los pronósticos del Fondo Monetario Internacional, en su Panorama Económico Mundial, publicado esta semana, y como sin duda alguna concluirá el Grupo de los Siete durante las reuniones anuales del FMI este fin de semana, la fuerte subida en el precio del petróleo es responsable, probablemente, de parte de esa debilidad. A menos que el costo del crudo continúe disparado, la pausa en el crecimiento debería ser limitada.  

En verdad, las noticias esta semana de que el producto interno bruto de EEUU en el segundo trimestre se incrementó a una tasa anualizada de 3.3%, alrededor de la tasa de crecimiento sostenible de EEUU, arrojaron dudas sobre si se produjo en realidad. Y aún antes de la publicación de esas cifras, ya el FMI había incrementado los pronósticos de crecimiento global anual a 5%, de su estimado anterior, debido a  perspectivas más brillantes para la zona del euro y Japón.

Pero si, felizmente, esas expectativas se cumplieran, no son estos tiempos para que las principales potencias económicas del mundo se sienten a solearse con el brillo de una recuperación global sincronizada. Es cierto que poco pueden hacer en relación con el precio del petróleo: la declaración de John Snow, el secretario del Tesoro de EEUU, y su homólogo del Reino Unido, Gordon Brown, después de la reunión de ministros de Finanzas en mayo, felicitando a la Organización de Países Exportadores de Petróleo sobre su plan para incrementar el suministro, parece ahora más bien excesiva.

Pero ellos pudieran empezar a reconsiderar los desequilibrios entre las economías y generaciones que plantean una amenaza a la salud de la economía global y a la prosperidad de sus ciudadanos. No tienen que ser arregladas todas de una vez, pero es necesario un arranque creíble.

En la eurozona y Japón las autoridades tienen un asunto difícil. Tienen que liberar sus economías para incrementar la tasa de la tendencia del crecimiento y despertar la demanda interna, más que seguir dependiendo perpetuamente de las exportaciones a EEUU y China. Pero al mismo tiempo, sus poblaciones que están envejeciendo con rapidez -particularmente la de Japón- requiere de algunos cambios contundentes en los sistemas de pensiones uy retiros. Incrementar los impuestos o reducir los beneficios ahora, o anunciarlos para el futuro, difícilmente logre estimular consumidores ansiosos de salir a gastar. No obstante, ponerse a esperar hasta que la ola demográfica inunde la bolsa pública, haría más daño que bien.

EEUU también podría resolver con una dosis de  disciplina fiscal a mediano plazo. En particular, necesita un plan adecuado, opuesto a las listas de deseos no valoradas sobre la “sociedad de propiedad”, sobre cómo va a pagar la Seguridad Social y el Medicare durante el retiro cada vez más cercano de la generación de “baby boomers”.

La parte final del ajuste tiene que ver con los desbalances crecientes de la cuenta corriente, particularmente entre EEUU y Asia. Junto al desplazamiento de la carga global de demanda interna a través del Pacífico, sería una ayuda que se le permitiera al dólar moverse a la baja frente a las monedas asiáticas. La clave para esto es China, el temor competitivo que está en la raíz de gran parte de la resistencia a la apreciación de la moneda en toda la región.

La decisión de invitar a China a la reunión del G7 este fin de semana, y la decisión poco característica en aquellos de aceptar, es un acierto. Sería esperar demasiado que los chinos cambiaran rápido su línea a una tasa de cambio más flexible, como quiere EEUU, o que incluso aceptara una reevaluación del renminbi. Pero lo más probable es que los chinos  experimenten una apreciación de peso más tarde o más temprano, mediante la inflación, si no un movimiento en la tasas de cambio nominal. Es mejor planear por anticipado y preparar el sistema financiero interno de manera apropiada.

La recuperación global ha continuado mejor de lo que muchos podrían haber esperado. Esto no es motivo de celebración; es una oportunidad para reformar.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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