Nuestra calidad de vida

Nuestra calidad de vida

M. DARÍO CONTRERAS
Aquellos que somos mayores nos gusta comparar la calidad de vida que hoy disfrutamos con aquella que conocimos en nuestra juventud.  Diríamos que la mayoría añora esos años pasados como mejores que los que hoy vivimos.  ¿Tenemos una manera para poder decir con propiedad que la calidad de vida anterior es mejor que la que tenemos hoy?  La felicidad, como la satisfacción por la vida, es subjetiva y difiere según cada quien.  Sin embargo, en esta época donde todo se mide, existen estudios que, mediante una serie de indicadores, han intentado y logrado construir aquellos factores universales que la gente asocia con su bienestar material, anímico y espiritual.

 

Los señores de la revista inglesa The Economist han confeccionado una tabulación de 111 países para el año 2005, en la que se colocan estos países en orden descendente, de acuerdo a una puntuación, que es la suma ponderada de nueve factores que toman en cuenta, en orden de importancia para la satisfacción personal, desde el clima político y la seguridad ciudadana,  siendo éstos los que arrojan el mayor peso de los 9 – continuando con la salud, el PBI per cápita, la vida comunitaria, la vida familiar, la seguridad laboral, el clima y la geografía y la igualdad de género.  Aunque generalmente las personas valoran sus ingresos económicos como una parte importante de su satisfacción con la vida que llevan, lo que generalmente equiparamos con el progreso y la modernización, sabemos que la mejoría económica no es necesariamente una condición sine qua non que garantiza la felicidad.

Si bien es verdad que hoy vivimos más años y gozamos de mayores comodidades, diversiones y entretenimientos, el progreso también ha cobrado un alto precio con el deterioro de las relaciones humanas y familiares.  Igualmente, ha erosionado nuestra religiosidad y creado nuevos patologías sociales como el crimen, el narcoterrorismo, el alcoholismo y una mayor desconfianza en quienes nos gobiernan.  Es decir, los mayores ingresos económicos se han visto deslucidos ante los avances de la pérdida de calidad de vida comunitaria y familiar, teniendo como consecuencia el aumento de la inseguridad ciudadana y una creciente incertidumbre hacia el futuro.

La República Dominicana, según este estudio, se encuentra en el lugar 79 de los 111 países analizados, detrás de países hermanos como El Salvador, Paraguay, Nicaragua, Colombia y Venezuela, en los que la violencia y la seguridad ciudadana son mucho más altas que la que impera en nuestro país.  Los países latinoamericanos con los mejores índices son Chile y México, seguidos de Costa Rica, Brasil y Argentina.  Detrás de nosotros se encuentran Bolivia, Guatemala, Honduras y Haití (lugar penúltimo de la lista, 110).  Los países que encabezan este listado son europeos, siendo Irlanda y Suiza los dos primeros – Zurich y Ginebra se consideran como las dos ciudades con mejor calidad de vida de acuerdo a otro estudio.  Según los investigadores de la revista inglesa mencionada, Irlanda tiene el primer lugar porque ha sabido combinar los elementos más deseables del progreso – bienestar material, bajo desempleo, libertades políticas – con la preservación de ciertas tradiciones, como estabilidad familiar y relaciones comunitarias positivas, compensando así sus más bajas puntuaciones en salud, clima e inequidad de género.

Si dentro del análisis comentado se hubiera tomado en cuenta la calidad de los servicios públicos recibidos por la ciudadanía, estamos seguros de que nuestra puntuación como país habría sido muy menor a la que obtuvimos en dicha evaluación de la calidad de vida a nivel mundial.  Como país tenemos el reto de continuar modernizándonos al mismo tiempo que fortalecemos nuestros valores y tradiciones familiares y comunitarias, cualidades que nos distinguen y hermanan como ciudadanos de este singular país.  Quizás, después de todo, lo que nos hace seres especiales es el calor humano que irradiamos y recibimos, más que nuestros monumentos, playas, valles y montañas.

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