Nuestra carta de presentación

<P>Nuestra carta de presentación</P>

La corrupción predominante en nuestro país es un bulto difícil de escurrir. En el plano local es perceptible para opositores y gobiernistas, y en el exterior es  ampliamente conocida por liderazgos tan significativos como el del papa Benedicto XVI. Su  exhortación  a las autoridades dominicanas, hecha en el acto de presentación de credenciales de nuestro nuevo embajador en la Santa Sede, Víctor Grimaldi, para que erradiquen la corrupción y otros males sociales, es un indicador de hasta dónde se hace visible el fardo de la corrupción. Parecería que su vigencia estuviese plasmada en nuestras cartas de presentación.

La peor parte de la corrupción en nuestro país no es su existencia per se, sino la inocultable falta de voluntad para combatirla y prevenirla. El exceso de tolerancia a violaciones como la resistencia de funcionarios electos y designados a prestar declaración jurada de sus bienes, pone de manifiesto, en parte, esa falta de voluntad. Estos rangos tan altos de tolerancia se notan en el Vaticano y en muchas otras partes. Es un mal denunciado hasta por funcionarios importantes del Gobierno, por la oposición, por grupos cívicos no partidistas y parece seguido muy de cerca por líderes de tanta autoridad moral como el papa. La corrupción es un fardo  que se hace inocultable por el descaro con que se la tolera y se exhiben  sus mieles. Parecería nuestra carta oficial de presentación.

¿Hacia un nuevo capitalismo?

Las conclusiones de la cumbre del G20, que tuvo lugar  en Londres, despiertan  grandes expectativas para un capitalismo zarandeado por la más grave crisis financiera y económica desde la II Guerra Mundial. Nuevas reglas financieras encaminadas a eliminar el secreto bancario y los grandes paraísos fiscales son ingredientes nuevos en un capitalismo tan liberal que llegó hasta los extremos en que se encuentra hoy.

Pero son expectativas, meramente. Será la práctica lo que determinará el nuevo lustre del capitalismo y la viabilidad de unos controles financieros que pretenden tocar el hasta ahora intocable altar del secreto bancario. Los líderes del mundo han comprometido en esta cumbre más que sus palabras y liderazgos, pues han comprometido el futuro de una humanidad que sufriría gravísimas consecuencias si las conclusiones del G20 se quedan en la retórica. Sin duda, está abierta una gran expectativa y más vale que ma

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