Nuestra falsa izquierda

Nuestra falsa izquierda

No sé de quién es la frase pero la misma expresa la prevalencia en nuestro país de una cultura autoritaria, tal como se revela en los más recientes estudios demoscópicos: “no somos un Estado de Derecho sino más bien un Estado de Derecha”.

A esta cultura no escapan amplios segmentos de nuestra izquierda, minoritaria quizás en términos electorales, pero de amplia penetración cuando se trata de moldear el clima de la opinión pública. A esta izquierda dominicana autoritaria podríamos llamarle, para utilizar la denominación popularizada por el nunca bien ponderado pero gran intelectual dominicano, Juan Isidro Jimenes Grullón, “nuestra falsa izquierda”.

No deja de ser paradójica esta inclinación autoritaria de parte de nuestra izquierda si tomamos en cuenta que es de ese litoral de donde proviene la mayoría de los héroes y heroínas crucificados por el poder durante la lucha contra el autoritarismo de Trujillo y del Balaguer de los 12 años. Podríamos decir, sin exageración, que los dominicanos tenemos una gran deuda con esa izquierda, por haber sido vital en el tránsito del autoritarismo a la democracia. ¿Qué ha pasado con esta izquierda una vez transitamos hacia la democracia? ¿Por qué se han agotado las energías utópicas en el momento mismo en que ya no se requieren utopías armadas que hagan frente al poder sin límites de los caudillos armados?

Es imposible –ni estamos en capacidad de- hacer una radiografía de nuestra izquierda en el escaso espacio de esta columna.

Pero sí podemos señalar, por lo menos, aquellos aspectos fundamentales de la vida pública dominicana en donde coinciden tanto una derecha como una izquierda autoritaria. Tomemos, como muestra, la más reciente reforma constitucional que concluyó en la recientemente entrada en vigor Constitución de 2010.

Salvo el apoyo, tibio podría decirse, a las causas civiles de la asamblea constituyente y, en mucho menor grado, al derecho de la mujer a la interrupción voluntaria del embarazo, la izquierda estuvo ausente en los grandes debates constitucionales que se efectuaron desde finales de 2006 hasta finales de 2009.  Esa ausencia fue más que notoria en el proceso de consulta popular cuya novedad y radicalidad fue incluso señalada recientemente en visita al país por el Presidente del tribunal constitucional de una nación que, como Ecuador, ha experimentado una amplia y participativa reforma constitucional.

Quizás esta ausencia explique, en gran medida, el tono conservador de algunas de las propuestas ciudadanas más populares durante dicha consulta.

Pero vayamos al terreno del discurso penal hegemónico. ¿Qué figura importante de la izquierda ha criticado el populismo penal vigente que ha llevado a que se erosionen las garantías ciudadanas en aras de una supuesta seguridad ciudadana que no admite ninguna libertad para los pretendidos enemigos de la libertad? ¿Ha resistido la izquierda las tentaciones de legitimar la mano dura que justifica la muerte extrajudicial de supuestos delincuentes en pretendidos “intercambios de disparos”? ¿En qué foro izquierdista se ha defendido el garantista Código Procesal Penal, un avance frente al inquisitorio proceso penal que llenó las cárceles de presos políticos durante los Doce Años de Balaguer? ¿Qué reclamo o crítica seria se ha hecho contra las indetenibles pulsiones autoritarias del emergente Derecho penal del enemigo?

Pasemos al terreno de los derechos sociales, un espacio que debiera ser de interés para una izquierda que solo lo es en la medida en que defiende la justicia social contra las perversas ilusiones de la mano invisible neoliberal.

¿Se conoce algún izquierdista que haya defendido la necesidad de que la Constitución consagre y el Estado tutele los derechos sociales de las grandes mayorías dominicanas? El escepticismo frente a los derechos sociales, que los considera mera expresión de un constitucionalismo simbólico, es compartido tanto por la izquierda como por la derecha.

Y ni hablar de los derechos colectivos y del medio ambiente que solo son exigidos por los nuevos movimientos juveniles no adscritos precisamente a corrientes de izquierda.

La cultura conservadora que predomina en la arena pública dominicana se debe en gran medida a que gran parte de la izquierda no confía ni en la democracia ni en el Derecho como instrumentos de emancipación social y de garantía de nuestros derechos.

Por eso seguimos siendo un Estado de Derecha.

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