Cuando en nuestro país existieron unas 30 haras de cría del caballo pura sangre nativo en las décadas 70 y 80 fue con la idea de que la importación de ejemplares aptos para la competición en el desaparecido hipódromo Perla Antillana fuera menor numéricamente que la población caballar nacidos en el país más de un 50% de las tres carteleras que se presentaban semanalmente en el demolido redondel, fuera a base del material criollo, pero la poca protección que les fue ofrecida a los propietarios de los establecimientos de crías nacional no ha sido suficientemente considerable, y comenzó a disminuir en grado cuantitativo la producción del pura sangre de carrera nativo.
Entendemos que los costos para producir potros y potrancas pura sangre de carrera en la actualidad, son mucho más costosos que en otrora, pero también los valores para la adquisición de un producto de dos años también son muy elevados.
De todos modos, hay que tratar de proteger la crianza del caballo pura sangre de carrera nativo, si queremos que en el futuro nuestra hípica dependa, como en la actualidad, de la costosa importación que cada día es más elevada, debido al alza del dólar, que cada día la importación es menor y de muy baja calidad.
Si se quiere que la crianza de pura sangre de carrera nativo vuelva a ser una producción masiva, hay que incentivar nuevamente a los criadores para que produzcan en forma cuantitativa los productos que necesita nuestra hípica.
Cuando fue inaugurado el hipódromo Perla Antillana, el 23 de febrero de 1944, se importaron de los Estados Unidos todos los ejemplares pura sangre de carrera, ya que en nuestro país, en esa época no se practicaba ese entretenimiento desde el año de 1929, fecha en se había clausurado el hipódromo La Primavera que estuvo situado, en el sector de Gascue, de Santo Domingo.