Nuestra inmoralidad social

<p>Nuestra inmoralidad social</p>

JOTTIN CURY HIJO
Relatan Indro Montanelli y Roberto Gervaso en su Historia de la Edad Media, que como consecuencia de la corta duración del feudalismo en Italia, la ética caballeresca propia de esa etapa no cuajó en el espíritu colectivo de los italianos. Tanto es así, que según dichos autores “la felonía, la traición y el perjurio aparecen una y otra vez en todos los tiempos y naciones, pero solo en un país privado de ética aristocrática y militar como Italia podían ser codificados como una guía para la política de un príncipe”.

En otras palabras, y siguiendo la línea de razonamiento de los apuntados historiadores, Maquiavelo es en cierta medida producto de las circunstancias históricas de un país que tuvo la fortuna de ser uno de los primeros en abandonar las tinieblas de la Edad Media, pero que a su vez tuvo la desdicha de no cultivar el sentido del honor que prevaleció durante ese período. En efecto, no pocos pensadores coinciden en el sentido de que las circunstancias son las que inciden de manera determinante tanto en el destino personal de los hombres como en el de los pueblos.

Plejánov sostiene que por bien dotado que se encuentre un individuo, si no se producen las circunstancias que le permitan desarrollar sus potencialidades, es bien probable que sus esfuerzos naufraguen en el agitado discurrir de la vida. En sentido similar se pronunció José Ortega y Gasset cuando señaló que el individuo es en gran medida producto de sus circunstancias. Lo antes indicado viene a colación por el deterioro moral que se advierte en nuestra sociedad, la cual está forjando individuos que, a decir de José Ingenieros, constituyen verdaderos ejemplos de mediocridad.

En esta época de post modernidad, la ausencia total de principios, valores morales y ética en sentido general han sido reemplazados por el deseo de acumular dinero a toda costa. Una gran parte de la sociedad dominicana apoya igualmente la riqueza mal habida. Personajes del sector público y privado se encargan de demostrarnos diariamente que lo importante es acumular riquezas, sin importar el método empleado, en razón de que a fin de cuentas son igualmente respetados.

Este fenómeno, sumado al de la impunidad judicial y la debilidad institucional, ha contribuido a enraizar la podredumbre que es hoy signo distintivo de nuestra sociedad. Vínculos de familiaridad y amistad se disuelven constantemente por el engaño, el cual es estimulado por la insaciable codicia de quienes persiguen apropiarse de lo que no les corresponde. El descaro campea por sus fueros, la gente ya ni se preocupa por guardar las apariencias, y lo que es peor aún, su inmoral conducta es aceptada por la mayoría.

Ese es el panorama desolador que exhibe actualmente la sociedad dominicana. Necesitamos hombres dispuestos a resistir la ola de inmoralidad que nos arropa, que se sobrepongan a las acontecimientos del presente para transformar el futuro. Si bien es verdad que las circunstancias moldean el destino del hombre, no es menos cierto que en ocasiones es preciso rebasarlas para enderezar el destino común.

Parafraseando a Montanelli y Gervaso, podemos concluir que actualmente nos encontramos en un país privado de los más elementales preceptos morales que bien podrían dar origen a un Manual de Inmoralidad que superaría con creces el que escribió y dedicó el genial florentino a Lorenzo de Medici.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas