Nuestra mala experiencia con empresas estatales

Nuestra mala experiencia con empresas estatales

Bernardo Vega

Al desaparecer Trujillo más de veinte de sus empresas fueron estatizadas y administradas a través de CORDE. Hoy apenas sobrevive una. También al desaparecer el tirano sus doce ingenios, incluyendo Haina, el más grande del mundo, fueron estatizados. Hoy día solo opera uno. Su gran latifundio azucarero, que abarcaba desde Haina hasta Los Haitises a lo que habría que agregar tierras en Puerto Plata y Esperanza, hoy se encuentra atomizado y pertenece a ex militares y civiles.

El presidente Antonio Guzmán estatizó la mina de oro de Cotuí y poco tiempo después tuvo que ser cerrada porque perdía dinero. El daño ecológico provocado durante la gerencia estatal fue tal que luego la Barrick tuvo que gastar, por cuenta del Estado, más de US$20 millones para repararlo. Un técnico de Naciones Unidas sugirió al Gobierno de Guzmán que en vez de exportar doré, una aleación de oro y plata, el país debería exportar oro totalmente refinado y se compró una costosa refinería la cual nunca operó porque los costos de una pequeña refinería eran más altos que los de las grandes refinerías de Europa.

Leonel Fernández durante su primer Gobierno privatizó las tres empresas distribuidoras de electricidad y vendió el 50% del capital de las plantas termoeléctricas de Itabo y Ege Haina. Estas dos han sido exitosas y el Estado, como accionista, ha recibido grandes beneficios. Pero Hipólito Mejía como presidente estatizó las tres distribuidoras.

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La Refinería de Petróleo, una iniciativa de Balaguer, originalmente era administrada por la Shell, pero el Estado tenía el 50% de las acciones. Hoy día es 100% del Estado. Su resultado ha sido que apenas un 30% de lo que vende proviene de la importación de productos crudos que refina y el 70% constituye una simple importación de productos terminados.

Punta Catalina fue concebida por el presidente Danilo Medina como estatal y el presidente Luis Abinader la sigue operando como tal, a pesar de que se aconsejó que por lo menos se entregue su administración a una empresa extranjera. Se alega, para no privatizar, que las empresas privadas en el sector energético ganan mucho dinero, pero si eso ocurre se debe a acciones o falta de acciones por parte del Estado, ya que este es el que determina los precios de venta en ese sector.

El transporte urbano en autobuses ahora es estatal. Algunos tal vez recuerden que en una ocasión lo manejaba el sector privado con la misma eficiencia que hoy maneja el transporte de autobuses entre nuestras ciudades.

Guzmán, Mejía y Medina estatizaron y solo Fernández, hoy principal líder de la oposición, privatizó, por lo que no debería oponerse a que eso ocurra de nuevo.

Existe entre nosotros un prejuicio contra la privatización, aún sea del 50% del capital de las empresas estatales, bajo el argumento de la vieja izquierda de que son empresas del pueblo. Es un argumento provincial y parroquial. Durante la actual nueva guerra fría, entre Estados Unidos y China esta compite con Estados Unidos en el área de alta tecnología y la Inteligencia Artificial porque, a pesar de su régimen comunista inspirado en Mao Tse Tung, allí las empresas privadas chinas son las promotoras de la innovación y el crecimiento y compiten a nivel mundial.

Ojalá que se llegue algún día a crear dentro del propio Gobierno un fondo para mejorar nuestra educación y salud que se nutra de la venta de la mitad de las acciones de nuestra Refinería, de las Catalinas y de la totalidad de las acciones de las distribuidoras. Aumentaría tanto la eficiencia en la administración pública como el bienestar social.

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