Raza es un concepto ambiguo, tomado prestado de la ganadería, demasiado ligado a la genética y lo puramente corporal.
El día de la raza no se refiere a lo hispánico pero, obviamente, reconoce su aporte a nuestra composición racial, cultural.
Nos sabemos muy distintos a los españoles y los europeos. Nuestros primeros héroes jamás fueron los españoles, que desde el principio marcaron nuestro destino como “la isla de las vicisitudes”.
Sí lo fueron Enriquillo y Caonabo. Jamás Ovando, para nosotros un siniestro asesino de nativos en masa.
Pero fue especialmente fuerte saber de todos los grandes exterminios que los conquistadores hicieron en los demás países del continente, y el sistema de opresión que aún sobrevive en muchos países desde la colonización.
Los españoles en el país siempre fueron pocos. Para los muchachos estudiantes, eran apenas unos extranjeros con fama de poco aseados y otros achaques de personalidad.
Nos costó visitar España para empezar a tomarle respeto y admiración en todo aquello que lo merece: literatura, artes, y todos los demás valores culturales en que son de los mejores del mundo.
Lo que sí aprendimos desde niños fue a valorar nuestro idioma; a Cervantes, cuyo Quijote costó años entenderlo como algo más que una especie de historieta de fino humor.
La lengua que aprendimos fue siempre la de nuestros padres, ganada en sus luchas con la vida y en batallas tras batallas durante las guerras de Independencia y Restauración; y como también producto de grandes filólogos y estudiosos, como Andrés Bello, quien se dedicara a reordenar los tiempos, las conjugaciones y formas verbales; y de muchos otros académicos e intelectuales criollos y latinoamericanos; sin dejar de reconocer a tantos españoles y escritores de otras lenguas que nada tuvieron que ver con el exterminio y la esclavización de aborígenes y africanos.
“Se llevaron el oro, pero nos dejaron la lengua”, (dijo Octavio Paz); sin la cual no conectaríamos con el mundo, y estaríamos sumergidos probablemente en un primitivismo sin futuro.
La cultura nativa de esta tierra desapareció por completo, y la africana muy poco aportó a lo nuestro, salvo algunas palabras y costumbres, y una serie de creencias desorganizadas, dispersas y sin estructuras, debido a que la multiplicidad de lenguas y creencias traídas por esclavos que no formaban siquiera una subculturas coherentes entre ellos, que ni siquiera tenían lenguaje común que aportara a la matriz de nuestra emergente identidad.
Luego de la temprana desaparición de los nativos, los esclavos africanos alzados y los que permanecían en los asentamientos coloniales eran muy pocos: Nuestra población era también escasa porque España nos abandonó para irse a México y Perú tras las fascinantes civilizaciones y grandes tesoros.
Los pocos que quedaron vivían lo que se llamó la España Boba. Lo hispano perdió valor en casi cualquier sentido y la nueva república fue fundada y restablecida a pesar de ellos y en contra de ellos.
Y similarmente respecto a los haitianos: la dominicanidad surgió en oposición suya, forzados por la realidad a verlos como amenazante y peligroso adversario. (Continúa).