Nuestra Señora del Perpetuo Engorro

Nuestra Señora del Perpetuo Engorro

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Los políticos dominicanos son como todos los políticos del mundo; hablan mucho mas de lo que hacen; argumentan, con precisión aparente, acerca de asuntos que nunca han estudiado ni pensado realizar.  Esta es una nota común a los políticos de cuatro continentes. En general, los políticos son amigos del embuste, expertos en organizar marrullerías y urdir engañifas.  Pero los dominicanos tienen particularidades “especiales” que no son frecuentes en los políticos de otros países. 

Nuestros políticos suelen ser ignorantes y “vulgarotes”; acostumbran decir groserías delante de los subordinados, no tienen ningún escrúpulo –ni de forma, ni de fondo– para narrar sus aventuras sexuales con los pormenores y exactitudes que no emplean ginecólogos y psiquiatras ni siquiera en la intimidad de sus consultorios.  En el “tiempo muerto”, entre campaña y campaña, se dedican a cometer bellaquerías inútiles.Freddy Beras Goico, humorista y productor de televisión, ha tenido el acierto de crear el personaje Morrobel, que encarna algunas de las anti-virtudes de los políticos dominicanos.  Morrobel se viste con un mal gusto cercano al récord mundial, comenta con desparpajo cualquier asunto publico, tenga o no tenga la información adecuada.  Muestra grandísimo desdén por los demás políticos porque de cada uno de ellos conoce las debilidades de carácter, las trapacerías de negocios, “sinvergüencerías” contra amigos, familiares, compañeros de partido.  Es usual en Santo Domingo que los políticos mantengan un archivo, ordenado cronológicamente y “por materias”, de las acusaciones, enredos, denuncias, procesos judiciales de sus colegas, sean del partido contrario o del propio.

De este modo consiguen armas para difamar, intrigar, amenazar o chantajear.  En caso de que sea necesario “sacar trapos sucios” –o haya que inventarlos– disponen de un arsenal riquísimo, con agujas, “tizones”, cuchillos, explosivos y venenos.  Todos los días oímos a algún político decir: fulano de tal “no tiene calidad” para opinar sobre esto o aquello.  Expresiones célebres en este sentido han sido: “Que no se atreva a tocar esa tecla”; “si dice algo, lo hundo”; “lo voy a destruir políticamente”; “cuando se publiquen las auditorias, el país se estremecerá”.  Las descalificaciones, improperios, ataques y contra – ataques, son en la RD “el pan nuestro de cada día”.  Nada de esto seria importante si viniera acompañado de algunas compensaciones en buen juicio, en acción oportuna o previsión administrativa.  Pero no es así.  Los políticos dominicanos constituyen, en conjunto, un engorro colectivo de gran bulto.  Y su acción deletérea no cesa después de las elecciones.  Continúa a lo largo del periodo constitucional, con “intensidad variable”, como dicen los meteorólogos.

Todo cuanto usted piense contra los políticos españoles, por ejemplo, podría tener algún asidero real.  Sin embargo, hay que reconocer que Felipe González tomó en sus gobiernos innumerables medidas que beneficiaron al pueblo español y a su sistema institucional.  Eso mismo es preciso decirlo en relación con José Maria Aznar.  Los errores y pecados políticos que cometieron en sus respectivos gobiernos: Persecución mañosa de nacionalistas vascos, acusaciones apresuradas en conexión con actos terroristas, quedan pequeños comparados con las realizaciones económicas, logros institucionales y hábitos políticos, alcanzados por España durante los mandatos de estos dos hombres públicos.  En todo el espectro político de la península ibérica, desde Fraga Iribarne hasta la Izquierda Unida, puede tocarse una porción importante de sensatez.  Felipe González es un andaluz gracioso, inteligente, hábil; con solo hablar un poco cautiva a su auditorio.  José María Aznar parece ser un castellano, severo y formal, que explica por pasos los asuntos de gobierno.  Falto de la gracia andaluza, logra a pesar de eso la adhesión inmediata por el empeño y la seriedad con que afronta los problemas.  La rudeza de la política y las marrullerías y mezquindades inevitables no consiguen obscurecer en esos lideres sus facetas valiosas, notables e incluso excepcionales.  Los políticos dominicanos son hoy por hoy “poderes desordenadores” de la Constitución, del sistema judicial, de los procedimientos contenciosos.  Estamos, pues, obligados a encomendarnos a una virgen desconocida: deberemos rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Engorro para que nos libre de ellos y nos “depare” otros políticos nuevos, más responsables e inteligentes –parecidos a los de España–, menos groseros, con menor capacidad depredadora.

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