Nuestra vulnerabilidad y otros cuentos

Nuestra vulnerabilidad y otros cuentos

POR DIÓMEDES MERCEDES
¿Por qué somos tan vulnerables los latinoamericanos? Los hijos actuales del Caribe y de América Latina falseamos nuestra identidad. Ella no es tan imprecisa como los vínculos con la materialidad y la vida socio-política que nos rodea. En el criollo nada es seguro, porque para su masa nada lo es, excepto lo que lleve en su macuto. Nada entre nosotros está instituido para nosotros, sí algo hay instituido.

Tales situaciones son las que se reflejan en una muy débil identidad que no deja cristalizar una estable conciencia social protectora común de intereses comunes que no percibimos. También ocasiona el desgano para contribuir sea con el presupuesto o con los deficits de los desfalcos y la corrupción de las castas gobernantes. Organizados y en un régimen de comercio modernos, aun no somos una sociedad, están ausentes los atributos, en especial los de potestad, necesarios para constituirla y defender sus patrimonios, abriéndole las velas a nuestro desarrollo.

En lo anterior está una de las raíces de los graves problemas comunes a la región que se sintetizan en el sub-desarrollo y nuestra dependencia histórica de naciones más poderosas por más organizadas, industriales y por poseer un fin como estado y una razón de ser, como nación-sociedad con más identidad que las nuestras. Identidad, más que un hombre y datos de la individualidad es la posesión de sentido de pertenencia, de complementariedad y vida de procreación responsable.

Una retrovisión hacia episodios claves de nuestra traumática formación, es de utilidad para la comprensión y superación de un vacío en el templado del carácter social, producido por el desarraigamiento heredado desde nuestros ancestros desde el período de la Conquista, a los que se suman los posteriores programados por los poderes gobernantes a los que nos hemos adecuado.

Tras el «descubrimiento» de América, la conquista y la colonización irrumpieron arremetiendo sobre la civilización aborigen aniquilando sus sistemas, suplantando sus señoríos, expropiándoles, vaciándolos ideológicamente y reduciéndoles a virtual esclavitud. Bastante daño. La esclavitud se acentuó con la intensiva explotación junto a los africanos traídos cautivos expatriados. Terrible ambiente aquel incluso para los europeos, viviendo su suerte cada grupo, como una maquinaria humana deshumanizada, sin apego a un medio extraño al natural, sin identidad entre sí y sin identidad ni responsabilidad por el, vaciándolo del oro y de la plata para exportación y… mezclándose sexualmente como bestias, sin apegos, violentamente todo.

El efecto de esa violencia tuvo que repercutir psicológicamente y en un divorcio traumático que hemos heredado con el medio de tan detestable realidad, en añoranzas de la condición natural origina pérdida, y en negación a asumirse en el contexto al que obligaba al régimen colonial a aquel conjunto, ignorante de su rol en el enriquecimiento de las metrópolis y en el auge del poderío de las naciones-estados europeos dueños del monopolio de la tecnología de la Revolución Industrial. Aquí sólo quedaba una idea: Que estas tierras eran de nadie, excepto de quien las conquistara y las siguiera explotando como continuó sucediendo hasta nosotros ocupando el lugar de nuestros bisabuelos.

Como resultado de la reproducción con la sexualidad vista, crecimos en número en este mundo, los postizos, los añadidos a las diferentes etnias sin ser ellos, solo su mezcla: Los mestizos, los híbridos; mirados con extrañeza por sus progenitores, sin reconocerse él en ellos ni ellos plenamente en él. Se acentuaba el punto sobre la i de la desidentidad sedimentada por las desarraigamientos. Este fruto se tomó a sí mismo como impropio igual que a la realidad circundante, aprendió a simular tomando la cultura del blanco no por su color, sino porque era el del amo del poder, que es un Dios incoloro, siempre extranjero en nuestro imaginario, porque la experiencia así nos lo enseñó.

Este perfil de lo fallido en nuestro carácter es nuestro punto oscuro en el. Se remarca en las independencias republicanas hechas a retazos y seccionando la gran nación continental que debemos ser, borrando las fronteras oligárquicas convenientes al Poder Tutor totalitario neoliberador-globalizador. Tenemos que hacerlo conquistando desde adentro el continente, fortificándolo en tres áreas:

1.- En la formación de una ciudadanía.

2.- En una estrategia regional para nuestro desarrollo.

3.- En la construcción de nuestra democracia integral.

Este imaginario necesita además medios y el primero es una nueva izquierda con visión de Estado que haga de eje entre los pueblos y los reclamos de nuestro tiempo y con este futuro, pregonándolo. Chevenement nos sintetiza cuando escribe: «Es toda la izquierda que hay que rehacer… Hay que reestructurar la izquierda en el mundo a partir de una exigencia de ciudadanía que puedan agrupar las sensibilidades históricas del pasado. Las sensibilidades nuevas de la juventud y las aspiraciones de los pueblos del Sur». Sin ella no rescataremos la política, ni ella nos rescatará.

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