Algunos se han desviado de esa línea de conducta y se han enredado en discusiones inútiles. 1 Timoteo 1: 6.
Nuestra conducta debe ser la de Cristo: intachable, no permitiendo que algo nos haga perder la comunión ni la santidad. A diario nos vemos amenazados por cosas externas que no nos añaden valor, sino que nos restan; sin darnos cuenta nos arrastran y nos llevan a hacer cosas inútiles que no tienen sentido.
La buena conducta es un comportamiento que debemos asumir desde el momento que nos entregamos a Cristo y hacemos la profesión de fe, porque desde entonces renunciamos a toda naturaleza antigua y establecemos una nueva en nosotros.
Nuestras actuaciones revelan nuestra conducta y, como hijos de Dios, deben ser buenas. Es posible cambiar; solamente se necesita disposición y deseo para hacerlo. A Cristo no se toma por parte. Él llega a nosotros por entero, y empieza a convivir, enseñándonos a mantenernos firmes sin desviarnos, dándonos ejemplo de Su buena conducta.