Nuestras altas prosistas

Nuestras altas prosistas

Elvira Lora

Tras opinar públicamente para contrarrestar la presencia de las tropas interventoras estadounidenses en la República Dominicana, entre los años 1916 y 1924, “nuestras altas prosistas” acogen la causa de la ciudadanía de las mujeres… Y, sus voces se escuchan tanto en los ateneos y las veladas culturales, así como en las primeras conferencias internacionales que buscaban -principalmente- establecer legislaciones promotoras y garantes de la igualdad.

Petronila Angélica Gómez Brea las llama “nuestras altas prosistas” cada vez que registra para la eternidad aquellos discursos del “parler-femme” (como las cataloga la nonagenaria académica belga Luce Irigaray), en las ediciones de su revista Fémina (1922-1939) … Y, llega entonces a develar del silencio las voces de las maestras normales Ercilia Pepín, Rosa Smester y María Josefa Gómez; la activista Plinta Moss y Ricart y la ama de casa Consuelo Montalvo Frías.

Como Ercilia Pepín, Rosa Smester utiliza la genuina experiencia de convertir sus aulas en tribunas, a través de las cátedras de urbanidad y moral y cívica, cuando ofrece sus atinados discursos en procura del despertar de la conciencia nacional; de hecho, en abril 1926 dicta la conferencia en conmemoración de la muerte de Ulises Francisco Espaillat para rescatar el accionar del “prohombre” en el solio presidencial, calificándolo dentro del linaje de estadistas atenienses y romanos.

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También registra Petronila -en Fémina- que Plinta Moss y Ricart, en su rol de delegada para representar a las dominicanas en la VI Conferencia de La Habana, para 1928, alza su voz en un discurso en el cual clama para que las mujeres de Las Américas sean “libres ante la ley, ya que esto las condicionará para seguir, amar y ayudar al hombre de igual a igual”.

Otro discurso, ampliamente referenciado, fue el de la maestra normal María Josefa Gómez en la entonces provincia de Salcedo, el 31 de mayo de 1931, y cuyo título: “¡Sociedad! Hogar! Escuela!”, importantiza estos tres espacios, revelando la influencia que en estos ejercían las mujeres.

Y, claro, las constantes conferencias de Consuelo Montalvo de Frías ante la Junta de Profilaxis Macorisana, de San Pedro de Macorís, en cuyas reuniones sabatinas constantemente describía la sinrazón de las desigualdades en el matrimonio, educación de las féminas y autonomía económica.

¿De quienes tenían referencias “nuestras altas prosistas”? Desde comienzos de la década de 1920, la española Carmen de Burgos (Colombine) dicta referenciales conferencias y discursos en defensa de la causa de la ciudadanía en Iberoamérica; igual lo hace la mexicana Elena Arizmendi, tanto en México como en Nueva York. También, a través de Fémina, se testifican las conferencias y discursos dictadas por la primera dama de los Estados Unidos, Anna Eleanor Roosevelt, sobre la igualdad de derechos.

De hecho, cuando Colombine fallece -en 1932- María Luisa Angelis de Canino lo resalta: «Su nombre es una epopeya; su recuerdo es una historia; esta intensa mujer, esta Carmen De Burgos (Colombine), que con tanto entusiasmo defendió los ideales de la causa feminista no ha muerto, pues nos quedan sus obras, sus campañas periodísticas, sus conferencias, sus doctrinas (…)”. Ya que en esas breves oportunidades de hablar en público, “nuestras altas prosistas” hilvanaban los pensamientos de la emancipación.

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