M. DARÍO CONTRERAS
Las actividades humanas han modificado y cambiado la biosfera en que vivimos, hasta tal punto que en conferencias internacionales de expertos, como la recién clausurada reunión sobre el cambio climático de las Naciones Unidas en Valencia, España, se declara que los efectos son «tan graves y tan generalizados» que requieren una acción «urgente y mundial».

Inclusive, se habla ya de cambios irreversibles si no se toman acciones inaplazables a nivel global. Estas declaraciones y las recientes inundaciones que acabamos de sufrir por el paso de la tormenta Noel, nos han motivado a considerar la serie de vulnerabilidades a que en nuestra isla está sometida, tanto por causas originadas por nuestro propio accionar como aquellas que son de factura exógena.

Consideremos, en primer lugar, el espacio físico en que nos desenvolvemos. En cuanto a área ocupamos el lugar 127 (49,000 km2) de una lista de 192 naciones y en densidad poblacional el lugar número 42 (184 personas/km2). Haití ocupa el lugar 27 (293 personas/km2) en cuanto a densidad. Por supuesto, hay países con densidades que sobrepasan los 1,000 habitantes/km2, como son Singapur, Bahrein y Mónaco (16,205 habitantes/km2), pero cuyos territorios son menores en área a los 700 km2. Suiza y Luxemburgo tienen la misma densidad poblacional que nosotros, mientras Cuba tiene una densidad de apenas 102 personas por km2. El Buró del Censo de los Estados Unidos estima que para el año 2050 Haití tendrá una población de unos 20 millones de habitantes, mientras que la República Dominicana alcanzará unos 15 millones, es decir, que la densidad poblacional para nuestra isla será de unos 458 habitantes por km2, comparable a la densidad actual de países como Corea del Sur con 492 personas/km2 y de Holanda que apenas llega a 395 habitantes/km2, pero que son países desarrollados. Esto quiere decir que aumentaríamos nuestra densidad poblacional por un factor de dos veces y media para el 2050, lo que nos colocaría entre los primeros 15 ó 20 países de mayor densidad a nivel mundial.

¿Es posible que nuestra isla pueda sostener tal cantidad de habitantes, especialmente con un Haití con 20 millones de habitantes, en un área que tiene apenas la mitad de nuestro territorio? Esto no es imposible, pero sí muy difícil de alcanzar. Estamos hablando de apenas dos generaciones que nos separan del año 2050, sabiendo que contamos con recursos limitados como el agua y la tierra para la agricultura. Por supuesto, podríamos desalinizar el agua de mar para potabilizarla y desarrollarnos de tal manera que podríamos importar los alimentos que no producimos localmente. Como se ve, el bienestar de la República Dominicana y el de su población se encuentra íntimamente ligado al de nuestros vecinos. ¿Qué estamos haciendo, en coordinación con los haitianos, para evitar convertirnos en una isla fallida? ¿Puede ser una solución seguir enviando en yolas hacia el extranjero a nuestra población depauperada? ¿O esperar pacientemente a que algunos países con grandes extensiones de tierra, algún día, decidan acoger a los menesterosos del empobrecido Haití?

Nuestro pequeño territorio nos exige ir tomando desde ya una serie de decisiones y acciones si es que queremos llegar a la mitad de este milenio con posibilidades reales de un desarrollo sostenible que sea incluyente, entre cuyas medidas estarían programas conjuntos de cooperación binacional que mejoren las condiciones económicas y políticas de Haití, así como lograr controlar el crecimiento poblacional, el cual se debe compadecer con las realidades y posibilidades con que contamos, tanto en Haití como en República Dominicana. Por supuesto, detrás de estos esfuerzos deliberados y persistentes debemos contar con líderes y gobiernos de visión comprometidos con los retos y desafíos del mundo globalizado en que vivimos. Próximamente abordaremos otras vulnerabilidades, a grandes rasgos, que afectan a nuestro país y al vecino pueblo de Haití.