Es de todos conocido que los partidos son instituciones políticas que integran las instituciones de Estado. De allí la importancia de la calidad del relacionamiento que ellos establecen entre sí en los momentos cruciales para el discurrir del sistema político. Desde hace décadas, nuestro sistema de partidos discurre en medio de ruido, del desencuentro y ¿por qué no decirlo?, de la irresponsabilidad, como ha sido las actitudes y accionar de algunos de la oposición en el presente proceso electoral.
La presión de esas colectividades sobre la JCE para que esta les entregue ahora un dinero que legalmente les corresponde en diciembre próximo es un lastimoso ejemplo de una acomodaticia interpretación de la ley que en cada momento hacen determinados partidos del sistema. Al tiempo de exigirle firmeza y apego a la ley, el destacado sociólogo Cándido Mercedes, en diversos medios, con agudo uso del detalle y la esencia, desmonta los alegatos de los partidos de oposición y critica el comportamiento de la JCE por violar el procedimiento legal que rige el libramiento de recursos a los partidos y a las demás instituciones.
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Y es que el chantaje, el desconocimiento de reglas elementales para la convivencia democrática de algunos sectores, es la principal causa del sistemático recurso al “bajadero” para incumplir las leyes o los procedimientos que estas establecen para de esa manera “resolver” las periódicas crisis del sistema. Una lastimosa manifestación de la cultura política del país que constituye uno de sus peores lastres. Por consiguiente, la respuesta del Gobierno al chantaje de esa componente de la oposición ha carecido de solidez, no ha entendido que en determinados momentos la línea de la consistencia es cardinal, que no se puede institucionalizar un país si no se es firme en cuestiones de principios básicos, máxime cuando estos tienen rango de constitucionales.
En ese sentido, en el Gobierno primó uno de los lastres de nuestra cultura política, buscar “bajadero” cuando no había nada que “bajar” y sí decir NO al chantaje y a la calumnia como recurso de lucha política. Siempre he dicho y, reitero, hay momentos en que solo mediante el apego a la ética de la responsabilidad pueden superarse determinadas coyunturas de alta complejidad, la presente tenía la ventaja de que asumiendo esa ética también se asumía la de los principios. La construcción de un relato o identidad política no se logra solo mediante logros materiales y morales en la gestión de lo público, sino en el apego irrestricto a lo institucional/legal.
Las amenazas de la oposición son balas de salva que no quiebra ningún proyecto de poder, buscarle “bajadero” es lanzarle un salvavidas a un náufrago. Una pena.