Nuestro deber con Haití

Nuestro deber con Haití

Desde que a los líderes haitianos de finales de segunda década del siglo XIX se le cruzó entre ceja y ceja la idea de unificar la Hispaniola bajo su dominio, en ese momento se inició una rivalidad que se ha extendido en el tiempo, que es azuzada por grupúsculos en detrimento de los dos pueblos.
La historia dominico-haitiana está llena de incidentes, que han sido exacerbados o minimizados- cuando no provocados- conforme a los temperamentos de líderes que han gravitado en el escenario político a lo largo de la historia.
No es extraño que la opinión pública reaccionara escandalizada cuando ciertos legisladores haitianos dirigieron una comunicación al Primer Ministro de sus país, a los fines de reclamarle que el gobierno dominicano retirara las tropas de su territorio. Los senadores haitianos que hicieron la exigencia no estaban desencaminados en sus propósitos de pedir la salida de nuestros soldados.
Un país como Haití no debe aceptar en su territorio tropas extranjeras que no formen parte de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización (MINUSTAH), máxime si se trata de tropas del vecino en eterno conflicto. El gobierno dominicano, empero, está en el deber de ir con la ayuda a las familias haitianas afectadas por el huracán Matthew, pero bajo la custodia de los militares de las Naciones Unidas, como ha ocurrido en el pasado. Solo basta con que cualquier haitiano provoque a un soldado nuestro, y éste haga uso de su arma para despertarnos en un conflicto de dimensiones insospechadas.
El pueblo de Duarte, a través del jefe del Estado, tiene que actuar por encima de cualquier prejuicio, imponer su voluntad a las actitudes negativas o de falta de cortesía que puedan albergar grupúsculos haitianos; debemos seguir encabezando acciones de solidaridad, por encima de los alaridos y del inmediatismo político que subyace en algunas mentes tenebrosas de allá.
República Dominicana es el país que más debe empeñarse para que el pueblo haitiano pueda salir del atraso político, económico y social al que ha sido empujado por sus élites, que solo saben sacar ventajas de la situación de calamidad y postración en la que vive la mayoría de los compatriotas de Jacques Roumain.
Las campañas contra dominicana son orquestadas por sectores haitianos, instigados, a su vez, por poderes foráneos cuya agenda responde a un orden económico y político mundial, que busca denodadamente crispar los ánimos de dominicanos y haitianos para luego justificar salidas supra nacionales, que no convienen ni a República Dominicana ni Haití.
El país tiene que cumplir con el principio de solidaridad que enarbola desde antes de su nacimiento como República, de modo que la opinión de uno, dos o tres haitianos, o la incomprensión de algunos de nuestros conciudadanos, no sirva de obstáculo para que hagamos lo que siempre hemos hecho, con humildad, generosidad y sin esperar nada a cambio.

Publicaciones Relacionadas